Si me dieran a escoger entre honradez y astucia, escogería la primera. La astucia es la habilidad para engañar y lograr artificiosamente un fin, pero no siempre quien la pone en práctica logra salir con la cabeza alta de sus acciones y sus consecuencias son graves en muchos terrenos. Los actos de los seres humanos que ostentan una responsabilidad familiar, social, profesional o política deberían reflejar no solo picardía para alcanzar fines sino también verdad para llevarlos a cabo, porque esos actos repercuten en el entorno. En política parecen tener éxito a corto plazo los picaros brillantes. Los ejemplos abundan.   En la cultura actual se utilizan a menudo procedimientos engañosos que por usuales pasan inadvertidos y si alguien los denuncia o señala es considerado la mayor parte de las veces un ingenuo.  La palabra honestidad proviene del término latino honestĭtas. Y el diccionario la define como la cualidad del honesto, por tanto hace referencia a aquel que es decente, decoroso, recatado, pudoroso, razonable, justo,  recto… Todas ellas son cualidades que en una sociedad como la nuestra donde  paulatinamente han ido perdiendo valores; donde estamos bombardeados con mensajes del “todo vale”, brilla por su ausencia.  ¿Son esas las cualidades de todos nuestros políticos?

Esta mañana escuchaba en la radio que en el caso de los ERE van ya 200 imputados. Probablemente mucha picardía y poca honradez en quienes han perpetrado esos supuestos  fraudes. Todo ello me lleva a pensar que la honestidad, como valor determinante en la consideración y seriedad de un país, es necesaria como el aire que se respira. Decía Benjamín Franklin que la honestidad es la mejor política. Yo pienso además que es la condición fundamental para hacerla.

 

por @mbellido

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