Les demoiselles de Rochefort fue la primera película musical que vi en el ya lejano 1967. Es una película francesa dirigida por Jacques Demy. Conservo todavía en los ojos de la memoria los colores, las músicas y los esplendidos actores que la interpretaron: Catherine Deneuve y su hermana Françoise Dorléac, Jacques Perrin, Michel Perrin, Danielle Darrieux, Michel Piccoli, Grover Dale, George Chakiris, y el excepcional Gene Kelly.
La historia es muy sencilla y tiene como protagonistas principales a dos guapísimas hermanas Delphine y Solange Garnier, dos gemelas que se ganan la vida dando clases de música y danza, que deciden un día marcharse a la capital para proseguir sus respectivas carreras profesionales y encontrar a su hombre ideal. El último fin de semana que pasan en Rochefort algo cambia por completo sus vidas y las de muchas otras personas, tras la llegada de un nutrido grupo de feriantes y artistas que se instala en la plaza principal de la ciudad. La película a través de sus canciones, de sus escenarios, de sus coreografías parece rendir un homenaje a los grandes musicales de la época dorada de Hollywood. Fuer candidata a varios Oscar y recibió el mismo año de su estreno el Premio Max Ophüls.
Es curioso, como un libro o una película, como es en este caso, puede influir en la elección de la carrera profesional hacia la que cada cual se avía. Aquel fue mi primer encuentro con la danza moderna. La danza y la música, de hecho fueron en aquellos años jóvenes, disciplinas que me atraparon y aunque las compatibilicé con otros estudios, sinceramente fueron las que me regalaron más momentos mágicos, forjando al mismo tiempo una profunda y constante búsqueda de la belleza.
He encontrado estos pasajes de la película, que pueden ser una especie de momentos de relax, en medio de este gran ruido de demagogia, bronca y fealdad que hoy nos toca soportar.