Ulises es el nombre latino de Odiseo héroe legendario de la mitología griega, protagonista de la Odisea, obra atribuida a Homero. Ulises era rey de Itaca, situada frente a la costa occidental de Grecia. Estaba casado con Penélope, con la que tuvo un hijo, Telémaco. Una familia que sufrió durante veinte años esperando su regreso. Una década la pasó luchando en la guerra de Troya y otra intentando regresar a Ítaca salvando una serie de  obstáculos y aventuras.   El  mito de Ulises se ha convertido, con el tiempo, en una historia interminable, que se ha ido declinando de mil maneras a través de  los textos imaginativos de muchos autores. La historia de su viaje de regreso desde Troya a Itaca ha sentado bases para crear la imagen del hombre errante, empujado siempre por el irresistible impulso hacia metas desconocidas. Esta y otras historias similares nos confirman en la idea de que la vida es un viaje. Una marcha que inicia desde que nacemos, primero acompañados por las manos amorosas de nuestros padres, mas tarde buscando en la juventud una mano que nos guie y que nos oriente y ya en la madurez decidiendo de hacerlo solo o en compañía.   Es un viaje que a veces conoce la inmovilidad y la fuga.

El destino y la compañía casi siempre es decisión del viajante. No siempre se acierta en esas dos decisiones y a menudo nos vemos obligados a rectificar. Para reflexionar sobre el viaje de cada uno, nunca es demasiado tarde ni tampoco demasiado pronto.   En estos tiempos convulsos vemos a personas cercanas o lejanas viajar sin rumbo y sin medir las consecuencias de sus malos pasos y es que en ocasiones el error está en viajar no buscando un destino sino para huir de donde se parte.

En la imagen: Las sirenas y Ulises, 1837, William Etty.

por @mbellido

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