Obama con su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas ha dado probablemente en el clavo y ha regalado esperanza. Sus palabras han sido acertadas y seguramente las recordaremos durante mucho tiempo. Ha trazado las líneas de un nuevo programa para la comunidad internacional sembrado de signos de paz: “Propongo cuatro pilares para el futuro que queremos construir para nuestro hijos: la no proliferación y el desarme; el fomento de la paz y de la seguridad; la conservación de nuestro planeta; una economía global que dé más oportunidades a todas las personas”. Detrás de las palabras “no proliferación” o “seguridad” aparecen situaciones complejas como las que se viven en Somalia, Irán o Afganistán, Corea del Norte. El resto de sus palabras hablan de la construcción en positivo de un mundo y un futuro mejor. Obama decía: “Ha llegado el momento de derribar estos muros”, es decir, “las viejas costumbres y los viejos argumentos”.
Otros párrafos interesantísimos: “Debemos entrar en una nueva era de compromisos basada en intereses recíprocos”. “Juntos debemos construir nuevas coaliciones que colmen viejas divisiones, coaliciones de fe y convicciones diversas, entre Norte y Sur, entre Oriente y Occidente, entre negros, blancos y “marrones”. Esto significaría la muerte del unilateralismo, de esa posición de “policía del mundo” y la desaparición de esa guerra fría que siempre amenaza con volver a asomarse a la historia, incluso veinte años después de la caída del “muro de la vergüenza”
Puede que este discurso y la buena voluntad de muchos gobiernos del mundo pueda encaminar la ONU hacia una nueva etapa, donde quede claro que allí se trabaja por el bien común, por el bien de todo el planeta. La ONU no puede seguir perdiendo oportunidades de convertirse en una autoridad mundial. La humanidad necesita un timón que ayude a afrontar todos los retos a los que se enfrenta en el futuro inmediato. Será imprescindible comenzar cambiando los mecanismos de decisión al interno de la organización. No es posible que solo un pequeño puñado de países decidan con su voto o con su veto y los demás sean meros espectadores.
No perdamos la esperanza.
Manuel Bellido