Conocí hace años a un escritor francés inmerso en un mundo de paranoia y ofuscamientos que con minuciosidad enfermiza dedicaba su tiempo a describir cada detalle de la Catedral de Notre-Dame de París. Se había enamorado del arte gótico y durante años había recorrido Europa estudiándolo y admirándolo. Un día decidió alquilar un apartamento que se asomaba al Sena desde donde podía divisar la Catedral. Cada día se acercaba y escribía el resultado de su observación, una quimera, una escultura, un contrafuerte, la campana Emmanuel, una puerta, una vidriera policromada… Tuve ocasión de leer algunos de aquellos folios. Las estanterías de su casa estaban repletas de carpetas con estas observaciones clasificadas por orden alfabético. En algunas de las conversaciones que mantuve con André me reveló sus muchos problemas personales, su sordera, su inseguridad como escritor, su soledad. Vivía desorientado y con el ansia de organizar sus carpetas antes de que fuera demasiado tarde. Durante mucho tiempo no supe nada de él, ayer una amiga parisina me contaba que una grave enfermedad, las repetidas depresiones, sus crisis de ansia, sumadas a los conflictos económicos contribuyeron decisivamente a acelerar su destrucción como persona y, por supuesto, como escritor. Una escena para el recuerdo es el primer encuentro que tuve con él en una cafetería de Paris. Fue sincero desde el primer instante y desnudó su historia sin pudor. Sus experiencias reflejaban el dolor y la tensión que genera la presión familiar cuando ésta frustra el desarrollo de la autonomía individual desde la adolescencia. La relación con su madre, una mujer protectora había coartado desde muy temprana edad su libertad y las visitas al hospital donde su padre yacía a causa de una grave enfermedad habían consolidado en él una tristeza crónica. Desde niño la personalidad de André se había desdibujado alimentándose de una profunda falta de autoestima que lo había condenado gradualmente a encerrarse en si mismo.
André ha vuelto a mi recuerdo. Lo imagino como entonces, un hombre dedicado por completo a su tarea de escribir sobre la Catedral, sin vida personal, sin vínculos estrechos, sin amistades, sin familia, sin más ambiciones que la de hacer meticulosamente su trabajo, de plasmar a través de la escritura la grandiosidad de Notre-Dame. ¿Quizás si hoy se encuentra en algún rincón del universo tratando de describir un sistema masivo de estrellas, de nubes de gas, de planetas, de polvo y tal vez de materia oscura? Tratando de explicar la belleza de una galaxia.
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