De algún clásico aprendí hace tiempo que el nombre es arquetipo de la cosa. Cada cosa enfundada en su nombre nos muestra su conocimiento inmediato, su atributo, su función y su eternidad. Algunos al pronunciarlo infunden un mágico temor, otros nos ofrecen hipótesis, en otros encontramos trascendencia como las que resultan del Pentateuco, en otros crece el firmamento, otros son simples garabatos, otros evocan figuras obscenas, otros secuestran sentimientos…. Aunque casi todos son una brusca intuición, nunca me canso de abrirlos y entreabrirlos como si fueran ventanas. A veces como Ariosto saben describir felicidad, naturaleza y amor, a veces dan paso a perversos cubículos, a laberintos griegos o a polvorientos jardines. Algunos nombres nos vinculan a la historia de nuestras desdichas, otros nos hacen aspirar el fragante olor de los tréboles de cuatro hojas. Nombres que evocan la pureza, la gracia, o el perfume de las azucenas, nombres que vienen de Francia, que invocan a Dios, o que en masculino dan miedo… Nombres que susurran amor, vísperas de amor o antesalas de pesadumbres. Nombres para ser pronunciados por Whitman, Balzac o Dante. Nombres cuyo símbolo genérico no es aplicable a todos los nombrados y cada percepción singular supone en sí un goce físico o un tormento angustioso.
Cada nombre es una flecha de Zenón, un laberinto de Dédalo, un dosel que legitima a su propietario o una égida que inspira temor.
El nombre transmite características y poderes implicados en el mismo. Los nombres existen porque alguien los pronuncia y al emitirlos declaran su significado. Los nombres y sus propietarios no existen si no los pronunciamos. Soy Manuel, ninguna de las otras variantes, ni Manu, ni Manolo, ni Lolo. Εμμανουήλ (Emmanouél) en griego, עִמָּנוּאֵל (Immānûēl) en hebreo o Emmanuel en latín, pero siempre Manuel. Ese nombre, al pronunciarlo, ocasiona mi ser.
Hume decía que no podemos tener la certeza de que una cosa exista a menos que podamos señalar la impresión de la cual esa idea, se deriva. ¿Generan los nombres esa impresión?
Dicen que las rosas nacieron vinculadas a dioses como Afrodita, Adonis y Dionisios, ¿será por ese motivo que cuando pensamos en una rosa o la escogemos para regalarla evoca en nosotros pasión y sensualidad? Por mucho que leamos que en su referencia histórica fue remedio contra la embriaguez, vida después de la muerte o sangre de los mártires… siempre acabaremos identificándola con el amor. Con nuestro amor.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com

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