Hay algo que siempre enlaza el pasado con el presente. Aunque se trate de tiempos remotos, la memoria del pasado vuelve una y otra vez al hoy. Resulta difícil, diría que imposible, olvidar del todo y para siempre. Los recuerdos no son inocentes de intenciones y nuestra mente siempre tiene motivos para seleccionarlos, hacerlos aflorar y exponerlos a la luz. A veces es como entrar en una tienda de ropa, quitamos de las perchas aquello que nos gusta o que creemos que nos puede favorecer y nos lo llevamos al probador.
Necesitamos recordar para restaurar, para descansar, para ser felices o para auto punirnos. A veces también recordamos mordiendo el anzuelo de la casualidad y de la curiosidad. Vamos por la calle, nos fijamos en un cartel y la imagen o la frase allí retratada nos transporta inmediatamente a una experiencia pasada, a una relación que tuvimos o a una historia que vivimos. El recuerdo es como la boca de un cangrejo que nos muerde un dedo y no nos suelta.
Ayer, mientras ordenaba papeles en mi despacho, quise escuchar el Ave María del compositor francés Charles François Gounod. En mi mente como a un patio en primavera acudieron golondrinas del recuerdo. Las catedral de Bruselas que visité este verano, el rostro de La Virgen de la Buena Leche de El Greco, el canto XXXIII del Paraíso de la Divina Comedia, donde el gran poeta Dante Alighieri habla de la Virgen.

«¡Oh Virgen Madre, oh Hija de tu hijo,
alta y humilde más que otra criatura,
término fijo de eterno decreto,
Tú eres quien hizo a la humana natura
tan noble, que su autor no desdeñara
convertirse a sí mismo en su creación.
Dentro del viento tuyo ardió el amor,
cuyo calor en esta paz eterna
hizo que germinaran estas flores.
Aquí nos eres rostro meridiano
de caridad, y abajo, a los mortales,
de la esperanza eres fuente vivaz.
Mujer, eres tan grande y vales tanto,
que quien desea gracia y no te ruega
quiere su desear volar sin alas.
Mas tu benignidad no sólo ayuda
a quien lo pide, y muchas ocasiones
se adelanta al pedirlo generosa.
En ti misericordia, en ti bondad,
en ti magnificencia, en ti se encuentra
todo cuanto hay de bueno en las criaturas.
Ahora éste, que de la ínfima laguna
del universo, ha visto paso a paso
las formas de vivir espirituales,
solicita, por gracia, tal virtud,
que pueda con los ojos elevarse,
más alto a la divina salvación….”

Después de un tiempo escuchando, recordando, leyendo este pasaje de la Divina Comedia creo que he entendido mejor el significado de algunos pensamientos de uno de los escritores más grandes de la literatura rusa, Fiódor Mijáilovich Dostoievski. Fue él quien dijo: “Creo en la vida eterna en este mundo, hay momentos en que el tiempo se detiene de repente para dar lugar a la eternidad”. Suya es también la frase que aparece en las páginas de la novela El Idiota: “La belleza salvará al mundo”.
Anoto en el blog este momento esperando que acuda a mi mente cuando circunstancias del día a día pongan delante de mis ojos esas expresiones del nihilismo y del vacío de mucha de nuestra cultura actual, que en nombre del arte contemporáneo y del progreso dan culto solo a la fealdad.
Manuel Bellido

por @mbellido

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