Dicen que el libro de los gustos está en blanco,  también se dice que  sobre gustos no hay nada escrito. Edgar Allan Poe, llegó más lejos: “La corrupción del gusto forma parte de la industria de los dólares y hace juego con ella”. En realidad los gustos cambian y no solamente por la imposición de la industria de la moda, cambia también  con el pasar de los años, de las circunstancias y de los aprendizajes. De hecho nadie nace conociendo todos sus gustos. En mi caso, los he ido conociendo viviendo, viajando y leyendo. La influencia hereditaria puede influir algo, pero estoy seguro que con el tiempo se disuelve o se redimensiona. Fue cuando comencé a viajar, que comencé a transformar mis gustos. Tenía 16 años y aquel verano, atravesé España de cabo a rabo,en una “seiscientos” con un amigo, algunos años mayor que yo. Parábamos cuando teníamos hambre, sueño o curiosidad, disfrutábamos en las fiestas de los pueblos o visitábamos las catedrales de las grandes ciudades, comíamos comidas distintas de las que comíamos en casa, veíamos paisajes distintos de los que conocíamos en nuestra tierra. Comencé a observar la vida en modo más personal y de consecuencia a circunscribir y elaborar mi percepción del placer. Los años posteriores los viví en Madrid, me había ido de casa para estudiar,  trabajar y crecer con algo más de independencia. Cuando cumplí 18 años una beca de estudios me facilitó trasladarme al extranjero. Florencia era mi destino. Allí se abrió otra ventana en la percepción del mundo. Decidí no agarrarme a ningún esquema anterior en cuestión de gustos. El panorama estético que me rodeaba en la capital toscana me hizo adoptar sin esfuerzos una nueva concepción de la belleza. Desde esos años, mi vida comenzó a enriquecerse de pasiones y placeres que se mutaban y se engrandecían. Esa evolución continuó cuando por motivos de trabajo, comencé a viajar por los cinco continentes. Las distintas culturas que iba conociendo iban modificando mis percepciones, a veces, en modo cauto, a veces en modo brutal.  A mi edad sigo buscando, tratando de hacer del aprendizaje el pan de cada día. Tratando de conquistar y transformar habilidades, pericias, conocimientos, conductas,  valores y gustos. El estudio, la experiencia, las relaciones humanas y la observación son sin dudas los mejores maestros.

Mientras tanto las modas van llegando y se van marchando y lejos de dejarme condicionar o de rechazarlas, voy pactando con ellas… para no discrepar demasiado del ambiente donde vivo y seguir conservando el sentido del gusto como mi punto de vista. Más conozco mi mundo interior más extiendo la mirada al mundo exterior.

«Aun aprendo» Francisco de Goya y Lucientes

por @mbellido

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