Hoy he tenido ocasión de hablar con algunos estudiantes. Habían leído mi artículo de opinión sobre la Universidad. Uno me hablaba del abismo existente entre el mundo universitario y el mundo de la empresa; otro me decía que en su entorno de amigos universitarios el joven ingeniero se siente un técnico, el que ha estudiado letras un maestro de gramática y el economista un administrativo. En sus palabras encontraba la mortificación de los sueños y de las aspiraciones de muchos jóvenes, consecuencia de un proceso formativo incompleto que no está dando las respuestas correctas a las necesidades de los jóvenes del tercer milenio. También me ha escrito una madre de familia. Sus palabras sobre el argumento eran aún más contundentes. “Estoy de acuerdo con lo que has escrito sobre la Universidad. Aquí se garantiza en cada legislatura al partido ganador la libertad para que entienda y organice la Universidad a su manera pero no se avanza. Nadie se moja en primera persona para fascinar y atraer a los jóvenes a la aventura del conocimiento en una experiencia que se vea concretizada en quien enseña. ¿Cómo se puede practicar en la Universidad el uso de la razón si no emanan de la docencia conceptos claros, abiertos a la pluralidad? ¿Cómo se puede, en la mayor parte de las ocasiones, permanecer aséptico para no disturbar la conciencia de nadie o la relación con el poder? Es bastante habitual encontrar discursos y mensajes afines a la política de turno que se infiltran en las materias. Muchas son las preguntas que nos hacemos y que habría que hacer sobre todo a los políticos: ¿Qué es la educación?, ¿qué significa educar?, ¿Por qué vale la pena educar? ¿Para qué se educa? ¿Quiénes son los destinatarios de la educación? ¿Qué significa estudiar? ¿Para qué se estudia? Me encantaría que mis hijos hicieran una experiencia así y encontrasen verdaderos maestros a los que seguir, de los que pudiesen aprender una pasión y consolidar una vocación.
Pensando en lo que esta madre de familia me ha escrito y lo que me comentaban los estudiantes reconozco que un buen profesor tiene que ser un verdadero líder, alguien que da vida, para que libremente se desarrolle, que inspira en el alumno el deseo y la pasión de aprender. He recordado un pensamiento de Ralph Nader, un abogado, activista, ecologista, escritor y político estadounidense que nació en 1934: “Comienzo con la premisa de que la función del líder es producir más líderes, no más seguidores”.
Manuel Bellido

por @mbellido

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