La calle está llena de gente, es fiesta. Se ven rostros de gozo, niños con globos, parejas enlazadas, ventanas de comercios encendidos, adornos de navidad, perfume de castañas, de garrapiñadas y de algodón dulce.
Es 1 de enero. Se estrena un año y el gozo, la resaca y la euforia han salido a pasear. Un niño se sonríe delante de un escaparate lleno de juguetes, un rostro simple de madre lo contempla, una muchacha se ríe, ¿de que se ríe? Una pareja de ancianos se ignora. Desde una ventana una señora se distrae curioseando en el caudal de gente que desfila por las aceras y tiene mirada triste. Suceden emociones y las presiento pero no las veo, escucho palabras sueltas, pero no conozco su sentido ni su origen, intuyo en la mirada de ese hombre un deseo que no puede decirse. Dos guardias de tráfico están poniendo los puntos sobre la ies a ese conductor que se ha metido con su coche en una zona peatonal. El conductor ignora la ley. Un anciano, duerme entre cartones, en el portal de una iglesia y a su lado un perro y un tetra brik de vino para cocinar lo acompañan silenciosos.

Aquí en la calle todos son contrastes. Soy curioso y mi mirada se desliza por rincones, terrazas, balcones y tiendas. La gente me llama la atención más que los adornos luminosos de Navidad que cuelgan en las calles. En el cielo el suelo blancuzco de la luna creciente parece una bombilla aburrida y perezosa a la que no le avergüenza su holgazanería. Mis ojos siguen escudriñando en el cielo alguna estrella, solamente encuentro una. Esa estrella que puntualmente aparece heroica todas las noches antes de oscurecerse el cielo parpadea como el fulgor de una pequeña gema. Percibo que otros ojos curiosos me observan desde el cielo en estos instantes. Algún satélite de alguna poderosa nación, estará controlándonos, fotografiándonos y escudriñando con su robot nuestros movimientos como hacen mis ojos en esta calle del centro.

Mi pensamiento como un brevísimo túnel me ha vuelto a conducir dentro de mi alma. El claxon de un coche me ha sobresaltado, el semáforo se ha teñido de verde y atravieso acelerado el paso de peatones. Dentro de mí, la ciudad se dibuja por un momento inactivamente lejos. Los rostros de los seres queridos que ya no están a mi lado han irrumpido en este instante en mi interior, el rumor de la calle son ruidos muertos y las voces, que en mi resuenan, son destellos del cariño que un día ellos me dieron.
Prosigo en silencio en esta calle que parece un río mientras dentro voy enmarcando nombres y recuerdos. El corazón es más grande que esta calle y me gusta de vez en cuando recorrerlo tramo a tramo.

por @mbellido

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