Cuando hablo de turismo me gusta denominarlo la industria de la hospitalidad. Llevo años desde los medios de comunicación que he dirigido proponiendo a las Administraciones Públicas de todos los tamaños, de poner en marcha mecanismos para conseguir que las ciudades y los territorios predispongan sus estructuras para acoger de manera sostenible a sus huéspedes circunstanciales y, a los que practicamos el turismo de forma activa, que respetemos la casa y el entorno de quienes nos acogen en otras ciudades y países.
La Agenda 2030 es un plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad, los espacios turísticos deben comprometerse a tomar medidas audaces y transformativas para reconducir el mundo por el camino de la sostenibilidad y la resiliencia. Aunque es un error priorizar unos ODS sobre otros, hay tres que deben ser objeto de una atención especial en cualquier política turística:
• ODS 8, promover el crecimiento económico sostenible, sostenido e inclusivo con empleos dignos para todos.
• ODS 12, garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles. El turismo ha de adoptar prácticas de consumo eficiente de los recursos naturales, a la par que reconvertir productos maduros y generar nuevos que reviertan en la conservación ambiental y la mejora del nivel de vida de las sociedades locales tanto desde el punto de vista económico como social.
• ODS 14, conservar y utilizar de forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos. En muchos países, el principal segmento productivo es el turismo costero y marítimo, que depende de la conservación y gestión de los ecosistemas marinos. Así, debe contribuir a la gestión integrada de las zonas costeras de forma proactiva, apostando por la economía azul.
Para este verano programemos viajes responsables para asegurarnos un futuro sostenible.