A veces leyendo alguna página de algún periódico lamento que determinada comunicación se constituya a sí misma en fin determinado en lugar de ser medio y cauce transparente para comunicar, dejando al lector la opción de opinar. El fin de una comunicación es poner en común y esa comunión tiene que basarse en principios. Entre esos valores, que considero esenciales como la verdad, la justicia, la objetividad, la honestidad, la imparcialidad…, es necesario que se encuentre también la solidaridad. Vivimos momentos históricos muy revueltos y desgraciados por una crisis económica que afecta a muchos seres humanos despojándolos de su trabajo, de sus bienes, de sus casas e incluso de sus afectos. Son momentos, para muchos, de angustia, incertidumbre y tristeza. Lo que se trasmite hoy a la sociedad desde los medios, desde la política o desde los poderes económicos, puede ayudar, reconfortar e ilusionar o alterar más aún la frágil situación de muchas personas. Es indispensable que desde los ámbitos donde se comunica, se reflexione de cómo informar (dar forma) mejor a la sociedad de lo que está pasando, sin crear confusión. Creo que el mundo de los medios de comunicación tiene que hacer un examen de conciencia. Sobre todo revisando si lo que aportan con determinada información y el tratamiento que le aplican es siempre positivo o por el contrario están contribuyendo al mayor deterioro de la realidad social.
Observo en algunos medios que abunda lo negativo, se amplifica el pataleo de unos pocos, se exagera, se le otorga influencia a quien en realidad no la tiene, representatividad a quien a nadie o a pocos representa, se opta por lo morboso o por lo cruel, se cargan las tintas, se busca la confrontación… A menudo los informativos televisivos son una especie de ametralladora que disparan ráfagas de negatividad que terminan ensombreciendo el ánimo de los telespectadores, matando la poca ilusión o esperanza que le quedaba y alimentando la confusión sobre todo tipo de tema. Tanto es así que está mañana en la farmacia escuchaba a una señora de la tercera edad que le preguntaba al farmacita si sabía cuánto costaría desde ahora la visita al médico. El farmacita trató de explicarle que la sanidad seguía siendo pública y que las reivindicaciones que veía en la TV, nada tenían que ver con la gratuidad de la sanidad. Desde luego si lo que quieren ciertos grupos sindicales es crear confusión, lo están consiguiendo y algunos medios de comunicación están siendo sus cómplices. La anciana que encontré esta mañana en la farmacia era la prueba.