Mientras ojeo un libro, abriendo un cajón, oliendo azahar, atravesando un semáforo, delante de un filete cansado, mirando una estrella fugaz, entrando en una habitación, jugando, después de una cita frustrada, ante los ojos de mi hija. Este espejo no volverá a mirarme nunca más, perderé esta partida a Damas, esta relación no ha tenido pasado ni tendrá final, esta herida nunca se cerrará, para este viaje no necesitaba alforjas, me la comería a besos…. Tener prisa de vivir algo, sentir los deseos embotellados, el mundo que desaparece a mi alrededor, sentirse un equilibrista sobre un recuerdo del pasado, creer que los pensamientos son un río que huye, esconderse detrás de una amargura, sacudirse el polvo de un día agotador, tener las manos vacías, escuchar el silencio, vivir un instante inmenso…. ¿Son percepciones?
La sensación interior que resulta de una impresión material hecha en nuestros sentidos se llama percepción. Esta permite a nuestro ser, a través de los sentidos, recibir, elaborar e interpretar una información proveniente del entorno o quizás también proveniente de una idea. La percepción la sentimos siempre en el presente, nunca en el pasado y por supuesto jamás en el futuro, porque aún no ha llegado. Un presente que dura cuanto la chispa de una idea. En un punto indivisible que carece de forma, aunque sean nuestros sentidos a reconocerlo. Siempre me pregunté qué quiso decir Johannes Evangelista Purkinje cuando dijo que “la decepción de los sentidos es la verdad de la percepción”. Más tarde, leyendo a Rob McBride, descubrí que lo que parece no siempre es lo que es, y lo que es no siempre es lo que parece; que la percepción crea nuestra propia realidad. Las percepciones nacen y mueren en un instante, a veces hasta se multiplican, pero siempre van de una en una, como las ideas, ocupan una fracción de tiempo pero no todo nuestro espacio interior. A veces pienso que las percepciones están hechas de nuestra misma sustancia, por eso las emociones estéticas que me producen no tienen comparación con las éticas, religiosas o intelectuales. A veces la percepción del vicio o la virtud ajena no es más que la expresión manifiesta del propio ser. Como un espejo vemos en el otro la realidad nuestra. ¿Qué es en el fondo la vida sino la percepción de nuestra conciencia donde se cuecen en cada momento las razones de la propia existencia? Probablemente cada percepción que tenemos oculta otra cosa distinta, quizás vinculada a nuestra circunstancia y al más profundo de nuestro yo. Nunca sabremos ni siquiera de forma aproximativa qué se esconde detrás. El grifo de las percepciones está siempre abierto y fluye con abundancia para volver a desaparecer en el mismo instante y en la misma tierra de nuestra conciencia de donde salieron, para empapar, penetrar e infiltrarse en nuestros pensamientos.
Ahora percibo que me lees, percibo que mis palabras viajan por mil calles del mundo, que mi pensamiento invade un sueño y creará otro, que mis percepciones son vagabundos invisibles en otras pantallas de ordenador, y para alguien serán como notas que lleguen luminosas desde algún rincón del Paraíso. ¿Tú qué percibes?

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com