Algunas noches vuelvo a casa del trabajo caminando. Me gusta callejear y en este recorrido, mientras repaso mentalmente los acontecimientos del día, mi mirada se fija en algunas escenas, que producen en mí, sensaciones variadas. Una escena que encuentro a menudo es la  de una pareja de jovencitos,  sentados en el escalón de un portal de una callejuela que da a la Alameda de Hércules,  despilfarrando besos  con el ansia dulce peculiar de los corazones rotos.

Cuando nos cruzamos con escenas como esta, no es difícil imaginar, que vivimos insertos en un film donde todos somos actores y las secuencias que nos reúne circunstancialmente a personas tan diversas por edad, profesión, estatus, tienen como escenario  la ciudad donde vivimos.

Una actuación que dura desde que nacemos hasta que morimos y donde regalamos y nos regalan pequeñas obras de arte que montadas una detrás de otra forman la Vida misma.

La trama cotidiana a veces nos sorprende porque se sale del guion que creíamos nos habían asignado. Además, la vivimos junto a otros muchos protagonistas que aparecen y desaparecen, que se mueven y gesticulan, que recitan su parte con nosotros o sin nosotros, que a veces nos acompañan por un instante y a veces por el resto de nuestras vidas.

Ciertos actores circunstanciales  comprenden y respetan estos espacios compartidos, generan confianza y facilitan la colaboración y el discurrir en compañía. Otras veces el guion se impregna de amistad o de amor y entonces las escenas se encienden de secuencias de felicidad

En plena época de zapping y videoclip, cuando los focos iluminan esos momentos de belleza,  y somos nosotros sus actores, tiramos el mando a distancia e ingenuamente nos zambullimos en la plenitud que producen las cosas del corazón. Esas que nunca mueren.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com