El mundo envejece y esto me hace reflexionar sobre dos cuestiones, una social y la otra personal. La primera me hace pensar lo importante que es acondicionar cada vez mejor nuestras ciudades para esta franja de edad que crece. Se prevé que en el año 2050 la población del planeta mayor de 65 años será de 2.000 millones. Es la franja de edad que crece con mayor velocidad respecto a las otras. Envejeciendo cambia el modo de pensar de las personas, cambia el aspecto exterior, cambia el cuerpo, el aparato respiratorio, circulatorio, digestivo, el sistema nervioso y, naturalmente, se pierde masa muscular y por tanto se pierde fuerza y capacidad para tener las mismas prestaciones físicas que antes. Agacharse a recoger algo debajo de un mueble, retirar un paquete de azúcar en la parte alta de una estantería en el supermercado, mandar un mensaje tecleando el móvil, leer el prospecto de una medicina, ponerse los cordones de los zapatos o abotonar una camisa son acciones fáciles, sin embargo, pueden resultar muy complicadas e inalcanzables para un anciano. Lo he comprobado esta mañana en un supermercado viendo a una persona de la tercera edad que hacía la compra. Su cuello rígido y sin apenas flexibilidad le impedía mirar la parte alta de la estantería y el mismo problema de elasticidad tenía para coger una botella en la parte más baja. Me acerqué a echarle una mano y lo noté irritado por la imposibilidad de moverse con soltura y por la incapacidad que sentía ante esas dificultades.
Es cierto que se están desarrollando cada vez más productos que facilitan el día a día a las personas de la tercera edad, creando mejores condiciones de vida a nuestros abuelos gracias a las nuevas tecnologías, mejores de las que tuvieron sus padres. Pero habrá que adaptar también los lugares públicos: supermercados, bancos, oficinas, garajes, cines, lugares de ocio y todos aquellos espacios que puedan frecuentar. La segunda reflexión es la de seguir manteniéndome en forma para llegar mejor preparado a ese momento y continuar doblando mis rodillas con facilidad, seguir agachándome, estirándome, moviendo con facilidad las articulaciones, escogiendo subir a pie las escaleras. Envejecer sin mantenerse en forma significa también sentirse más limitado, tener más necesidad de ayuda, ser un peso para los que me rodean y ser menos útil. Vale la pena seguir haciendo ejercicio o machacándose en el gimnasio un poquito todos los días.
Manuel Bellido

por @mbellido

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