Aunque la esperanza es lo último que se pierde, me resulta difícil pensar que un día el ser humano estará por fin al centro de todas las decisiones políticas, económicas o sociales que se plantean desde el poder. Qué difícil es oír hoy un discurso político, real, verdadero, no demagógico y vacío como los que venimos escuchando, y que tenga su origen en la vida real y concreta de las personas y de la sociedad. Qué difícil es escuchar hoy una discusión política que base las intervenciones en la racionalidad del día a día. No se trata de ponerse de acuerdo sobre cómo deba ser un mundo perfecto e ideal, parecido al modelo americano o al europeo, y repetir hasta la saciedad que la izquierda progresista ha dado muchos pasos en la creación del estado del bienestar y que después vino una crisis mundial que nos pilló desprevenidos, etc. etc., y después quedarse de brazos cruzados, esperando que las cosas se arreglen solas o metiendo las tijeras en los recursos de las clases menos favorecidas o en los creadores de empleos porque así nos los impone la UE. Aquí se trata de hacer que la política vuelva a ser esa actividad humana que tiende a gobernar o dirigir la acción del Estado en beneficio de la sociedad entera. Se trata de cambiar el sistema actual para que la política deje de ser una carrera profesional más, donde coche oficial, chofer, dietas, influencia, viajes y comilonas dejen paso a un quehacer ordenado al bien común aunque no esté tan bien remunerado. ¿Tendrían que irse a casa todos los políticos actuales y que una savia nueva entrara en los parlamentos, en las diputaciones y en los ayuntamientos con vocación de servicio? Si lo sé, eso es soñar a colores. Pero ¿se puede esperar un cambio en los actuales?
Es curioso ver como se analizan desde el gobierno los datos del paro, de la productividad, de la creación o desaparición de empresas. Se habla de números sin tener en cuenta que detrás de todo eso hay personas. Ningún indicador mide la satisfacción de las personas sobre la vida que conducen no por decisión propia sino coyuntural. Sería interesante aplicar en España, entre los españoles de las distintas regiones, ese indicador que la ONU puso en marcha hace años sobre el índice de desarrollo humano, que fotografiaba la calidad de vida de un país. ¿Cuál es el grado real de satisfacción de los andaluces sobre la educación, la sanidad, la seguridad, la participación en la vida pública? ¿Perciben los andaluces que se aplica en todos los estamentos la igualdad de oportunidades? ¿Se sienten respetados en la libertad personal? ¿Existen canales para que los ciudadanos puedan revindicar sus derechos? ¿Es la justicia igual para todos? ¿Sirve que los ciudadanos voten, que le otorguen la victoria a un partido para que después otros dos, con menos votos y habiendo claramente perdido en las urnas, se hagan con el poder? ¿Por qué no habrá una ley que haga que gobierne el más votado?
El actual sistema no funciona y la gente está ya cansada de que constantemente se les tome el pelo desde el poder. El sistema no considera al ser humano, no tiene como objetivo servir al ciudadano y eso impide la existencia de una democracia real y directa. Así no podemos continuar.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com