Alguien me ha llamado negativo por la visión que doy del acontecer político nacional. Bueno, el panorama es tan complejo, que no soy solo yo a quejarme. No hay analista en este país que no se sonroje con el panorama existente. Cada uno lo hace a su manera. Hasta la izquierda sale en huelga contra la propia izquierda. ¿Se habrá visto algo igual? Son años de profundo desconcierto y España no podrá por mucho tiempo seguir soportando los efectos de este periodo de crisis, porque está tocando también las fibras de la libertad y de la igualdad. No hay día que no tengamos que merendarnos con alguna chapuza gubernamental. Sin embargo, mi esperanza persiste aunque se coloree de crítica. Pese a que la esperanza no es, por cierto, una categoría muy adaptable al análisis político, yo prefiero conservarla. La democracia es sobre todo un horizonte. En el sentido de que nunca vamos a poder alcanzarla enteramente, porque los límites humanos y los vicios del poder la terminan estropeando. La última vuelta de tuerca se dará con las elecciones y yo espero que el sentido crítico no falte en los españoles para escoger a un nuevo gobierno que sea capaz de detectar lo que está fallando en este país y, a través de recursos sensatos y racionales, pueda reparar al menos un poco el edificio institucional, el tejido económico y nuestra imagen en el exterior.
Vivimos aceleradamente y la trágica realidad se esconde a veces, detrás de una maraña gigantesca de impresiones, de imágenes y de comunicaciones televisivas. El paro ha vuelto a superar la barrera de los 4,5 millones en septiembre y, al parecer, nadie se inmuta. Sale en la tele un ministro, dice cualquier cosa y esa opinión oculta en un escenario esquizofrénico el verdadero problema.
Me duele que los medios no hagan más para que el debate crítico cale algo más en la sociedad y, sin embargo, sigan entretenidos en programas basuras que encumbran pasiones y no la reflexión y la conciencia. Los intereses y lo poderes chocan entre sí y dejan al margen al ciudadano. Se impone el lenguaje de la imagen, del interés y del poder. Se arrincona el bien común y aquí no pasa nada, aunque España y los españoles se vayan quedando cada vez más en las orillas del progreso. Esperemos que el futuro nos premie con esa alternancia pacífica en el ejercicio del poder que permite cerrar un capítulo y abrir otro, esperemos mejor. Entre todos tenemos que defender la noble aspiración de seguir siendo la gran nación que somos.

por @mbellido

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