Levantar la voz contra el caos y el ruido que asorda España corre el riesgo de que no sirva para nada y que el mensaje se diluya en la cacofonía general.
Intelectuales sensatos lo intentan, pero desgraciadamente los canales usados no desembocan en audiencias populares. Entre otras cosas porque en este país muchos intelectuales están silenciados, ya que la corriente que se impone y la moda es que, para ser considerado intelectual, hay que defender ideas de izquierdas o de extrema izquierda y ahí es donde está la trampa. No todo lo que la izquierda y la ultraizquierda genera es constructivo para unir a los españoles en un bien común, además de que cierta propaganda envuelve sus mensajes con una buena dosis de batahola ruidosa cuyo resultado es la confusión y el relativismo.
Durante 25 años desde la plataforma mediática de INFORMARIA que dirigí y sobre todo desde la revista Agenda de la Empresa, intenté abrir debates productivos, practiqué el periodismo constructivo, escuché todas las fuentes y no entré nunca al trapo del amarillismo y del “escandalismo” que mueven los motores de muchos medios en la búsqueda de audiencia. Me esforcé en dotar de claridad, de serenidad y de sensatez mis reflexiones y, a veces, no obstante sentirme solo una gota de agua en un mar inmenso, motivé a políticos, a empresarios y a la sociedad civil a buscar soluciones acertadas para mejorar el mundo. Pocos resultados se obtienen comparados con la audiencia que tiene cualquier mamarrachada dicha por alguien de Podemos, de Izquierda Unida o del partido creado por Sánchez, que automáticamente y sin merito alguno viene elevado a la categoría de discurso intelectual.
Repito, mi actitud ha sido siempre la de construir y de ninguna manera añadir decibelios al caos ya existente.
Lo hago porque vivo ilusionado con la humanidad y siempre dispuesto a mantener el optimismo sobre su destino, busco siempre acciones y actitudes en sus miembros que revelen síntomas de que un futuro mejor es posible. Camino escudriñando complicidades, en la intelectualidad honesta, en políticos de vocación y hombre de empresa honrados y guiados por la aptitud de servicio público. Trabajo concienzudamente, con todas las herramientas de que dispongo, para situar a la sociedad civil y, en particular a los empresarios, en el debate sobre la construcción de un mundo sostenible en todos sus aspectos, hasta ahora secuestrado por políticos de turno, que en su labor olvidan a menudo que el planeta es nuestra casa común, que sus habitantes somos una única familia y que el objetivo de cualquier acción es buscar el desarrollo integral de las personas.
Reflexiono, medito y estudio la manera de reformular la identidad de la sociedad civil y su papel en el desarrollo económico, ambiental y social. Una identidad destruida por los ismos que conforman la cultura actual,nihilista,egoísta, beligerante y conflictivaque no tiene en cuenta nuestras raíces, nuestros valores y la “unitas multiplex” de nuestra conciencia común. La superficialidad, el acomodo de la conciencia, el aceptar que el mal es normal, el querer sepultar en nombre de un supuesto “progresismo”, los valores permanentes de la antigüedad clásica o nuestras raíces judeocristianas oscurecen el esfuerzo de interpretar la realidad. Se ha perdido el gusto por el estudio de la historia, incluso por nuestras raíces lingüísticas a la hora de construir una cultura. Para los jóvenes actuales ni la helenización, ni la romanización, ni el cimentarse de la cohesión europea, ni los matices de la latinización que alumbró grandes ideales y formas, ni la doctrina social de la Iglesia, ni los grandes hombres y mujeres que con su virtud impulsaron obras a favor de la sociedad bebiendo en el humanismo cristiano tienen sentido. La única memoria histórica que inculcan desde el poder político (socialista-comunista) es la que va desde 1936 a 1939 y la posterior de 1939 a 1975, eso sí vista solo desde su visión ideológica para reabrir un debate estéril que parecía haber quedado cerrado con la Transición a la democracia.
Hay que unir a la gente de buena voluntad para, juntos, fortalecer los valores de la libertad, la democracia, el Estado de derecho, el libre mercado y el humanismo occidental. Es urgente. Antes de que sea demasiado tarde.