Las noticias que llegan de Mali no son buenas. Dan miedo, porque la guerra siempre da miedo.  La intervención militar internacional en Mali, la muerte de rehenes, las imágenes de miseria y de sufrimiento,  provocan en el ciudadano de a pie, de cualquier parte del mundo,  las mismas preguntas. ¿Es lícita esta guerra? ¿Las tropas que se desplazan están allí para combatir el terrorismo o para defender los intereses económicos de las grandes potencias? ¿Es una intervención liberatoria o es un acto de neo-colonialismo?  Muchas son las preguntas licitas que todos nos hacemos cada vez que estalla un conflicto bélico, porque todos conservamos en nuestra memoria las imágenes de las campañas militares de Irak, Afganistán y otras muchas que han hecho derramar sangre en las últimas décadas. Respuestas hay para todos los gustos. Las que vienen del consejo de Seguridad de la naciones Unidas a través de la Resolución 2071, la de las organizaciones pacifistas,  las de las multinacionales que operan en la zona, las de los gobiernos de los países limítrofes…

Por otra parte, hay que decir, que  es real la amenaza de grupos islámicos armados que se inspiran en Al Qaeda y que son un peligro no solo para Mali sino para todo aquello que tenga que ver con Occidente. En esta reflexión tampoco podemos no tener en cuenta los intereses económicos enormes que Francia, en primer lugar, y otros países tienen en la zona. Total/Elf tiene concesiones en la prospección petrolífera, como también las tienen la australiana Baraka, Sipex de Algeria, Petro Plus de Angola o Eni de Italia. Además del petróleo,   Malí ofrece también oro y uranio. Es el tercer país productor de oro del continente africano. Otros yacimientos importantes de la zona son de bauxita,  una roca sedimentaria de origen químico compuesta mayoritariamente por alúmina (Al2O3) y, en menor medida, óxido de hierro y sílice, que podría hacer que Mali se convirtiera en el primer exportador africano de aluminio. Además hay que hablar de uranio y de gas natural. Con todos estos elementos encima de la mesa es muy difícil establecer si las grandes potencias se mueven empujadas por la necesidad de frenar el extremismo islámico  o mandan los intereses económicos sobre las riquezas del subsuelo de Malí. Quizás ambas. En este sentido por un motivo u otro, desde el neolítico hasta ahora parte de la humanidad  sigue guerreando. El resultado sigue siendo el mismo: muertos, heridos, prófugos, exiliados, dolor.

“se detengan las masacres de civiles desarmados, y se ponga fin a toda violencia, y se encuentre el valor del diálogo y de las negociaciones”. Esperemos que estas palabras Benedicto XVI, como la de otras personas que en el mundo piden la paz, calen en la conciencia de quienes pueden evitar la guerra.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com