En esta España de cuatro millones de parados seguramente la desigualdad se ha convertido en uno de los malestares sociales más importantes. Pero no es el único. Basta pasar una noche en la sala de espera de urgencias de un hospital público o en las cercanías de una comisaría de policía para comprobar cuánto esté aumentando la violencia, los trastornos psicológicos, el estrés, el consumo de droga o de alcohol.
En esta España, gobernada desde hace ya algunos años por un partido que en su ideario pone en primer lugar la igualdad, se está abriendo una brecha social generada por su mala política económica. Una desigualdad que no se percibe en toda su extensión porque los medios de comunicación no le dan la suficiente visibilidad.
La pobreza cabalga a galope en España. Si consideramos que pobres son aquellas personas que viven con menos del 50% de la Renta media neta disponible, en España hay ya más de 8 millones de personas, aproximadamente 2.150.000 hogares, que viven en la pobreza, es decir, más del 20% de la población. Una pobreza que lleva de la mano otras dificultades, muy a menudo acumulativas: paro, enfermedades, adicciones, infraviviendas, exclusiones, analfabetismo. Y al final de la lista: desigualdad.
La visibilidad que ciertas Televisiones dan a los problemas dramáticos y reales del país brilla por su ausencia. Belén Esteban o Jorge Javier Vázquez o Jesús Mariñas ocupan el interés y en el entretenimiento de las parrillas, sin dar espacio a otra programación que levante el espíritu. La gente no quiere escuchar problemas, quiere evadirse, con ficción, morbo o salsa rosa, aunque esté en paro y esté pasando hambre.
No puedo dejar de preocuparme tampoco cuando en ciertos informativos televisivos veo bordar y amplificar algún caso de violencia de género, la mayor parte producidos por inmigrantes. Esas noticias ocupan más minutos que cualquier otra. Tampoco puedo quedarme igual cuando escucho declaraciones de algunas políticas o veo esa publicidad institucional que con sus spot dan casi a entender que aquí la mayoría de los hombres estén pegando a sus esposas diariamente. Parece que hablar de violencia de género es progre y está de moda, aunque no sea el problema más grave que nos arrecia.
No se da el mismo tratamiento informativo a esa infinidad de casos de violencia entre jóvenes, entre inmigrantes, entre bandas organizadas tercermundistas o mafiosas, agravados además por excesivo consumo de alcohol y de drogas, a los fracasos escolares o a la corrupción política.

Ni que decir tiene que España se sitúa a la cabeza en la Unión Europea del consumo de cocaína y cannabis y que cuatro de cada diez adolescentes españoles han probado drogas. Cuántos dramas provocados por el consumo de droga persisten en muchas familias y las llevan precisamente a su desintegración.
En esta España, que las TV presenta pintada de purpurina plateada, no se habla de educación, no se propone cultura y por eso hay cada vez más ignorantes, más detenidos por delitos llamados menores, más tóxico dependientes, más vagos y subsidiados, menos emprendedores y más funcionarios, (en Andalucía uno de cada cuatro ciudadano es funcionario), más jóvenes madres, más abortos, más pobres. Todo esto origina infelicidad y desigualdad, una brecha que se agranda cada día, provocada en parte por quien no está interesado en que la gente piense, razone, se instruya y pueda ejercer ese poder que en democracia hace que los políticos estén al servicio de los ciudadanos y controlados por ellos. No al contrario.
Manuel Bellido

por @mbellido

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