Asistir en directo a lo largo de estas últimas décadas a tantos cambios que afectan a la vida cotidiana, nos hace pensar que somos una generación privilegiada.
Para muchos la época que nos ha tocado vivir está caracterizada por espectaculares éxitos provocados por la unión de la ciencia con la tecnología. Logros que han acelerado la globalización y la multiplicación de la información, consistiéndonos constatar los avances de la humanidad y al mismo tiempo también los retrasos en su desarrollo en algunas partes del planeta, en cuanto a pobreza, mortandad, conflictos bélicos, desastres naturales o masivas inmigraciones…
Muchos son los motivos para pensar que somos una generación privilegiada y que el momento histórico nos está permitiendo descubrir cada vez más los lazos indisolubles que existen entre nuestra existencia y la existencia del Universo. Quizás hoy más que nunca, los acontecimientos, los descubrimientos y el desarrollo científico y tecnológico están ayudando a comprender mejor la relación del hombre con la naturaleza y con el universo reflejando, gracias a una mayor conciencia, una dimensión trascendental en la historia evolutiva del hombre.
Está claro que para seguir afrontando estos cambios sin perderse ni quedarse atrás se requieren nuevos conocimientos y nuevas actitudes. Se necesitan maneras distintas y nuevas habilidades cognitivas en el mundo de la educación, de la economía o de la política… No es el caso de sentarse a esperar que el porvenir nos arrolle. Es preciso encararlo no solo con el estudio de las disciplinas de la inteligencia que nos proporcionan las distintas teorías e interpretaciones del mundo; habría que adquirir también la capacidad de integrar ideas y conocimientos en diferentes áreas, incrementar nuestra creatividad para hacer frente a los nuevos problemas y retos que se plantean, agrandar la conciencia sobre las diferencias existentes entre razonamientos y culturas diversas y por ultimo cultivar la ética y el fortalecimiento de nuestras responsabilidades.
El asesinato de Isabel Carrasco me ha traído a la mente una frase de Ayn Rand: “La fuerza y la mente son opuestos. La moralidad termina donde empieza la pistola”. Cuando la ética desaparece de una nación, toda la estructura social va hacia el derrumbe.