Hoy me consolé diciendo ante una situación vivida: “no me ha ido tal mal, podría haberme ido peor”. Me sorprendí, porque ante una situación que no había sido todo lo brillante que se podría esperar, terminaba consolándome a mi mismo, pensando que el “medio bien”, era lo mejor. Sabemos lo que podemos de la clemencia con nosotros mismos, pero de lo que no cabe duda es que a veces es casi sempiterna. Conocemos a la perfección los mecanismos para justificarnos aunque después nos regalemos el adjetivo de positivos y optimistas para no declararnos meros aplacadores de nuestra conciencia. La tarea que acometemos a la hora de tranquilizar nuestra razón y nuestro ánimo no tiene parangón. Somos capaces de relativizar el infierno mismo, con tal de sobrevivir. Es en esos momentos de fragilidad y discernimiento en nuestro interior que se nos revela la eternidad constante. Nuestra alma se nos muestra como una tierra desierta sedienta de infinito. En una rotación pitagórica se nos muestran nuestros límites de criaturas expulsadas un día de un edén sin pecado y hoy destinados a convertirnos en el mismo polvo del que un día nos forjaron. Sin ir más lejos, las manos que hoy teclean estas palabras buscan siempre esa esquina remota en los suburbios del Cielo donde rebuscar pretéritos caídos de las manos de los clásicos y de los benditos que engendren en mi camino nuevos anhelos.
En esta tierra no cesa nunca de dar vueltas la rueda del infortunio para mostrarnos la verdad de un valle de lágrimas anunciado hasta en versos sagrados e inmaculados. En esa fragilidad juega nuestra inocencia y nuestro coraje.
En el orbe diabólico de la simulada belleza de cartón piedra, concebido por los réprobos fabricantes de caricaturas televisivas, hechiceros de poca hombría, intentan vendernos vagos miedos a los vacíos y chusma valerosa de palabrerías hinchada y malsonante. Nos muestran un gran hermano como Aarón en su día mostró el becerro de oro que aturdió a los israelitas. Tras el cristal de todas las pantallas sombras tejen y destejen muchas vidas. Intentan esconder lo Eterno y dejarnos el sabor de lo perdido.
Entre el extravío moral, la ofuscación política y el narcisismo acaudalado transita nuestra vida buscando anhelos, sueños y deseos. En la maleta, fragilidad, experiencias o desengaños. En el horizonte acechanza cierta, el Numen de lo Eterno y el instante cierto de un encuentro. Laboriosa esperanza de un corazón que nunca descansa. Imposible resistirse a la flecha asignada.

por @mbellido

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