El tiempo pasa. La gente cambia, pero hay personas que siguen siendo tan entrañables como siempre. Tú eres un lugar en el mundo donde se está muy bien. Un lugar donde el tiempo se para. Contigo me sentaría a charlar, a charlar y a charlar, en el bar, dando un paseo, en el barrio de Santa Cruz, que tanto te gustó aquella vez que viniste a Sevilla, o en esos lugares donde no hay nada de fondo en la escena y sólo estamos tu y yo. La Toscana, donde vives desde hace tantos años y donde nos conocimos, tampoco sería un mal lugar para charlar contigo. Contigo los diálogos de ahora son concisos, de ritmo creciente, de relatos apretados por la falta de tiempo. Lo que tú dices, siempre me interesa y te escucharía horas y horas sin cansarme. A veces lo que dices me duele. Pero eres tú, y no me importa. Cinematográficamente, a veces nuestra charla es una especie de retroceso, porque hablamos del pasado y de todo aquello que compartimos en nuestros años jóvenes. Desde luego en nuestro diálogo no falta esencia, siempre tiene algo de trascendente y también algo de revelador. Nuestra conversaciones son únicas porque no tienen accesorios, tu y yo, nada más. Nada que envidiar a esas mesas regadas con champagne donde se habla de todo y de nada, donde nadie se escucha aunque todos tienen la apariencia de gente encantadora. Nuestro diálogo está hilvanado de palabras escogidas, unas veces chispeantes, otras tímidas, miedosas, sinceras, pero siempre luminosas. Hoy te he visto dentro de un castillo, quizás por miedo a sufrir de amor. A veces tu generosidad es una trampa porque nunca tienes la sensación de haber llegado al sitio donde querías. Creo que a veces te hago soñar con metas antojadizas, hermosas y sugestivas, pero tú no tardas en poner los pies en el suelo y aceptar tu realidad, esa que te ha tocado a ti o que tú has escogido.
A veces me pregunto qué diría tu padre hoy de ti. Los padres son para los hijos el espejo del mundo. Quizás cómo y dónde te ubicaría hoy tu padre, él, que era tan buen fotógrafo y sabía escoger tan bien los paisajes. Saliste de ese microcosmos que era tu familia demasiado pronto y tuviste que aprender a entenderte con el mundo en ese mundo donde sigues viviendo.
Tu voz en el teléfono sabe disipar mis dudas. No es lo que me dices, es lo que no me dices. En tu voz resuenan las notas de tu alma. Yo te conozco y además casi siempre me comporto, por deformación profesional, como un catedrático de criminología. Indago e indago sin tregua en todos tus estigmas. De vez en cuando percibo un chapuzón en la realidad, y enseguida te retiras. Quieres darme lo mejor de ti, ni tus dolores, ni tus problemas y, sin embargo, es lo que más me gustaría compartir contigo. A veces nuestro diálogo es interrumpido por un chubasco publicitario donde caen noticias de otros que ambos conocemos o el título de un libro, de una canción…. Otras veces son chubascos técnicos: espera me han llamado, termino esto o lo otro, te vuelvo a llamar dentro de un poco…. Son como los spot publicitarios entre películas de la TV donde nos llueven cremas suavizantes, detergentes o yogurt adelgazantes. Luego se vuelve a conectar, como si nada nos hubiera interrumpido. Volvemos a encontrarnos en ese lugar donde se está bien porque estamos tú y yo. Nuestro diálogo es como una catarata de espuma blanqueadora que limpia las suciedades del día. Nunca hay preguntas ni respuestas retóricas. En muchos casos, hay silencios.
La conversación llega a su fin, siempre tiene un final. El tiempo se va terminando y yo lo percibo, tú también. Toque de retirada. Te saludo con mi mejor sonrisa pero tú no la ves, porque al teléfono se escucha, no se ve. Yo seguiré siendo amable con mi secretaria que me ha traído unos papeles del Banco que tengo que firmar.
Hasta la próxima.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com

Los comentarios están cerrados.