Hoy alguien me ha contado un caso de malos tratos a una mujer por parte de su pareja, que me ha conmovido y horrorizado. Una historia que me ha dejado mal cuerpo. Creo que la violencia de género es como uno de estos dragones enormes con muchas cabezas que hemos conocido en las mitologías y en las fabulas. Cabezas que representan la violencia sexual, la física, la psicológica, la económica… Violencia que causa siempre un terrible dolor y en muchos casos la muerte y por encima de todo, muestra una falta de amor, una falta de relación que intenta solucionar con la crueldad los conflictos en una pareja. Se llega a estos extremos cuando se ha perdido la capacidad de vivir, cuando se ha perdido el gusto de amar, la naturalidad de estar juntos, de convivir en armonía, de compartir. ¿Qué tormenta devastará los corazones de ciertas personas para llegar a desear el mal a otra persona, convirtiendo una crisis de pareja, por muy dramática que sea, en un patíbulo de muerte? ¿Qué borrasca se desencadenará en las cabezas de ciertas personas para que la violencia aparezca como única salida a un conflicto? ¿Tendrá que ver algo cierto cine, cierta la TV y cierta literatura, alimentando, hoy más que nunca y a diario, comportamientos enfermizos, egoístas y mezquinos? Todos tenemos el deber de seguir trabajando en todos los frentes para que cada vez más cale en la sociedad la idea de que solo reconociendo la dignidad del otro y considerando el respeto como fundamento de cualquier otro derecho, incluso el de la libertad, terminaremos con esos casos de violencia de género que estremecen nuestros días.