En estos años de crisis hemos escuchado raramente  declaraciones de afecto hacia la UE, dentro y fuera del continente. Las instituciones europeas han vivido absorbidas por la crisis económica, por la deuda, por el paro, por la división entre quienes daban recetas de crecimiento y quienes las preferían de austeridad.  Además sufría constantemente  los bombardeos demagógicos de los populismos que querían acabar con el euro y las críticas por la gestión que se había venido haciendo en las distintas ampliaciones. Todas estas tensiones internas hacían olvidar a los estados miembros y a los ciudadanos la formidable fuerza de atracción que la UE tiene para aquellos pueblos que no tienen un estado de derecho y para los que Europa significa todavía la esperanza de libertad, de democracia  de modernidad y de progreso.  Es este el mensaje que nos llega de Ucrania. Es este el grito de los manifestantes de las plazas de Kiev.  

Víktor Yanukóvich interrumpiendo las negociaciones con la UE ponía de manifiesto el papel que Rusia está jugando en esta situación. La sombra del gran vecino oriental sigue condicionando la vida de ciertos países. Muchos analistas sostienen que la “revolución naranja” de 2004 se paró a mitad del camino y se ha quedado incompleta. La corrupción sistemática y la falta de reformas económicas son los males que siguen minando esta «pseudodemocracia».

Los ucranianos quieren cambios, quieren reformas quieren un estado democrático y europeo, quieren un estado dentro de la UE. Es comprensible.

por @mbellido

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