Tengo la sensación que esta etapa histórica se recordará como un contrapunto entre el horror y el progreso. En la última década habíamos visto como los avances científicos y tecnológicos ocupaban cada vez más espacios en los medios de comunicación, en pocas semanas estos espacios se han visto recortados y un cambio de rumbo debido a la irrupción del horror terrorista parece estar marcando el comienzo y la terminación de un ciclo. No es que la ciencia o el avance tecnológico se haya parado, es que la sangre de esta Tercera Guerra Mundial a trozos ha ensombrecido el horizonte de la humanidad, inundando de tristeza y de miedo el corazón de muchos millones de seres humanos.
Los peores momentos de la historia, como la estúpida matanza de la Primera Guerra Mundial entre 1914 y 1918 sobrevuela la memoria común. Los devastadores efectos que han tenido todas las guerras se cuelan como fantasmas en nuestro día a día. Sentimos miedo ante una violencia, un fanatismo, una barbarie que no tienen justificación ni religiosa ni humana, como ha dicho Francisco.
El concepto de globalización que evoque la unidad de un género humano progresando en paz, tras el terror que vivimos estos días, parece una meta inalcanzable y, en este sentido, hoy por hoy, las campanas tocan solo a muerte. Asesinos enmascarados y atolondrados por el odio quieren borrar de la faz de la tierra, los valores democráticos y la apetencia de nuevos horizontes de progreso inscripta en el alma humana.
En lugar de luz, estos hechos provocan oscuridad. Una diabólica ola de sangre, empaña el horizonte de incertidumbre y de desánimo. Los terroristas quieren que esta sombra de muerte proyecte en nosotros vacío de significados, levedad de las cosas y ponga en evidencia lo efímero de la vida. Sin embargo hay que reaccionar, la paz de toda la humanidad requiere una reacción decidida y solidaria. La esperanza, la solidaridad y la determinación en la defensa de nuestros valores son la alternativa capaz de sortear la trampa de este vacío en el que nos quieren ahogar.
Son tiempos difíciles, en los que esperamos que el buen sentido y la determinación de nuestros gobernantes enderecen en la medida que puedan este derrotero dramático. A nosotros nos toca poner nuestro granito de arena construyendo la paz a nuestro alrededor, en nuestras familias, en nuestras empresas, en nuestras ambientes sociales. La suma de muchos granitos de arena puede construir grandes obras. La nuestra es poner rumbo a un futuro donde los seres humanos vuelvan a sentirse hermanos.