Las palabras a veces se ensucian. Mejor dicho, hay gente que ensucia intencionadamente las palabras. Lo hacen en la actualidad algunos políticos forjados en el mal gobierno, curtidos en la mentira y que han contribuido al empobrecimiento y al desprestigio de España. Caterva que va de cerebros grises por la vida pero que en realidad sufren en su personalidad la oscilación entre el conspirador, el “Rasputin” y el “Maquiavelo”. Apenas aparecen en una intervención televisada, hasta la pantalla se sonroja y, probablemente, la audiencia se divide entre quienes se sonríen, sienten náuseas o cegados por la ignorancia se ensucian ellos y contribuyen más tarde a la difusión de esa suciedad.
En el lenguaje se esconde una fuerza colosal y cuando intencionadamente se ensucian las palabras y se distorsionan los vocablos se desarrolla un veneno que puede infectar toda una colectividad.
Estos políticos expertos en supervivencia, en poder y rapacidad, son el peor grano que podía salirle al rostro de nuestra maltratada España. Un grano que será difícil de extirpar. Mientras gobernaban desapareció la frescura y la osadía, dejaron de mirar al futuro y se anclaron en la memoria rencorosa del pasado. No movieron un dedo para arreglar a tiempo nuestra economía, nuestras finanzas y nuestro sistema laboral. Dejaron al país en la ruina y ahora encienden un ventilador para que la porquería salpique a todo al mundo, intentando hacer olvidar su miserable y mezquina responsabilidad. Pregonaron y cantaron, con sus “artistas” subvencionados, defender la alegría y, sin embargo, dejaron más de cinco millones de tristes desempleados y un millón y medio de hogares con la triste realidad de no tener a ningún miembro de la familia trabajando.
Rostros impenetrables o “caras duras”, como dicen en mi pueblo, la de ciertos “señoritos” enrocados en su miseria y aferrados a su sillón de poder de partido, que no son capaces de quitarse de en medio y dejar paso a una cantera de nuevos valores de la izquierda capaces de hacer una política auténticamente social, a la altura de los tiempos, honrada y democrática.