Esta tarde he escuchado el debate en el Congreso sobre la consulta catalana. No quiero comentar el contenido de los discursos de los distintos diputados que han intervenido. Eso si, llego a la conclusión después de escuchar las intervenciones de Rajoy, de Rubalcaba o de Rosa Díez que «El referéndum no tiene cabida en esta Constitución»
Sin embargo no quiero privarme de hacer un comentario sobre la intervención del diputado Duran i Lleida. Aunque más que un comentario son preguntas. Me explico. El político de CIU seguía una línea durante toda su intervención que regalaba las mismas perlas repetidas una y otra vez: «Todos sabemos cuál va a ser el resultado de esta votación. Pero, a partir de mañana ¿qué, señor presidente? ¿A qué espera para negociar?» o «si no quieren que convoquemos, convoquen ustedes» o «hay que pactar para seguir pactando», «queremos negociar y queremos votar». Las preguntas que yo le haría a Duran i Lleida y que probablemente, después de haberlo escuchado, se hacen todos los españoles son: ¿Negociar entre quienes? ¿Negociar qué? ¿Pedir qué a cambio de qué? ¿Se refería a negociar sobre el cumplimiento de las leyes? No lo sabemos y probablemente no lo sabremos nunca. Las preguntas se quedan sin respuesta.
Me gustaría que hoy en la sede de la soberanía nacional Duran Lleida hubiera sido transparente y hubiera dicho a todos los españoles el contenido de esa supuesta negociación que pedía. Nos quedamos con las ganas.
También Aitor Esteban: hablaba de negociación y diálogo: “Lo que está claro es que no hay ninguna voluntad de diálogo». ¡Cuánto se ha abusado hoy desde la más pura demagogia de la palabra “diálogo” y de la palabra “pacifico”! Palabras que como decía Díez “son las palabras más pervertidas de la historia” ¿Quién puede dar una negativa ante esas dos sagradas palabras? Sin embargo hoy se han vuelto a usar para camuflar a lobos obsesionados con capas de caperucitas. Una verdadera pena. «Juntos ganamos todos y separados, todos perdemos». Pero a Mas, escondido en su despacho, sentado delante del televisor no se le habrá pasado semejante verdad ni siquiera por la antesala de su cerebro. Probablemente vive demasiado ocupado en la tarea de salvar su sillón.