La corrupción es uno de los demonios de nuestros días y  muestra sus entrañas a través de muchas caras: amiguismo, depravación, perversión, podredumbre, abuso de poder, tráfico de influencias,    uso ilegítimo de información privilegiada, pucherazo, sobornos, extorciones, fraudes, malversación, prevaricación. Para representarlo podría servir la imagen de  una especie de dragón con infinidad de cabezas.   La que más asquea es aquella que proviene precisamente de aquellos servidores públicos encargados de promover el bien común y administrar con sabiduría y equidad lo que pertenece a todos y sin embargo transforman la  posición de responsabilidad en posición de privilegio y abuso. Es de vergüenza que en unos de los casos de corrupción que tanto están dando que hablar en estos últimos años como es el caso de los ERE, haya imputadas ya 227 personas, la mayoría del ámbito político.

Sin embargo, la corrupción no vive solamente en ese ámbito. Todos, arriesgamos, en cualquier momento, de convertirnos en pequeños corruptos, en grandes corruptos o protectores de corruptos.  Basta pensar en todas aquellas situaciones en la que un favor, pedido u obtenido, sustituye al cumplimiento de un derecho. El cuello de botella puede estar donde menos lo esperemos, en la gran maquinaria de la administración pública,  en  instituciones, y en organizaciones de todo tipo. Como una lapa puede agarrarse, desarrollarse y dar paso a la corrupción. Del latín corruptĭo, corruptiōnis; a su vez del prefijo de intensidad con- y rumpere ‘romper, hacer pedazos’,  la corrupción es un veneno que hiere con mayor o menor gravedad a la sociedad. Son típicos los casos en los que conviene a contratante y contratado, a proveedor y cliente ignorar la ley. No es difícil imaginar situaciones en las que el fontanero, el electricista, el mecánico… ofrecen sus servicios “en negro”.

En España la economía sumergida a principios de año alcanzaba hasta el 24,6% del PIB. El dinero negro en circulación ha aumentado en unos 60.000 millones de euros entre 2008 y 2012. Horrible, ¿verdad?

Estoy convencido que las raíces se encuentran en un “grave problema de moralidad», en una cultura enraizada de tolerancia a la evasión y al fraude y a la permisividad con los políticos que se lo llevan “calentito”, ellos o sus amigos. Aquí, robe quien robe, se corrompa quien se corrompa, come se suele decir, no pasa nada. Poniendo la lupa sobre una Comunidad Autónoma, en este caso Andalucía, encontramos datos que llaman mucho la atención. Presenta en el conjunto de España una de las mayores tasa de economía sumergida (29,2%), coincidiendo con ser  la Comunidad Autónoma con mayor número de desempleados, (34,7%). Además, se da la circunstancia, que es la tercera Comunidad autónoma con mayor porcentaje de abandono escolar (28,4%) y  por ahondar más en este panorama se da la circunstancia que  un 25% de los jóvenes andaluces no está cursando estudios y tampoco tiene un empleo. Curioso ¿verdad?. Algún experto tendría que profundizar en estas circunstancias y buscar una explicación. De todos depende sanar esta sociedad que va perdiendo valores por el camino. Joan Baez, a la que tuve el gusto de conocer personalmente hace unos años en Verona, decía en una de sus canciones: “Si no peleas para acabar con la corrupción y la podredumbre, acabarás formando parte de ella”

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com