Siempre he tenido claro que en la vida, si nos paramos a mitad del camino, nos quedamos sin saber de verdad quiénes somos. Nunca olvido aquello que decía a menudo Hermann Hesse sobre la vida de cada hombre, él la consideraba un  camino hacia sí mismo, el intento de un camino, el esbozo de un sendero. Cuando creemos en algo y nos ponemos a trabajar honradamente y con todas nuestras fuerzas, sin saber bien si lo que hacemos es un efecto o una causa, todo aquello que vamos encontrando a nuestro alrededor, incluidas las miradas, son casi siempre un gran descubrimiento y un paso adelante. Así, poco a poco vamos escribiendo también nosotros sobre el libro de las vidas, la nuestra. Lo hacemos  sabiendo que todo aquello que vendrá se convertirá antes o después en un recuerdo, que lo que hacemos hoy es el futuro de ayer,  pero nuestra mirada como la de un búho solo quiere estar pendiente de apremiar el futuro; el mejor futuro. Un futuro que algunos lo esperan de manos de otros o a través de la confrontación constante  y aprovechando toda ocasión para esparcir negatividad. Otros, sin embargo, lo hacen silenciosamente y pacientemente, lo construyen  paso a paso.

Esta tarde conservaba  en tv dos noticias, una era la intervención de un líder político contestando al ministro Montoro sobre los Presupuestos Generales del Estado, la otra  era sobre la legendaria luchadora por los derechos humanos en Birmania, la líder Aung San Suu Kyi, recibiendo finalmente el Premio Sájarov 23 años después de que le fuera concedido por el Parlamento Europeo. La actitud del primero era  lóbrega y su discurso era oscuro, tan oscuro, que proyectaba pesimismo  y desesperanza en el contenido y en la forma.  Las perlas de su discurso eran: «la crisis no ha terminado»,  “para muchos lo peor está por llegar’, “lo que está haciendo el gobierno es aprovechar esta crisis para desmontar el Estado del Bienestar».  Un discurso deprimente.

En la otra noticia, la figura de Aung San Suu Kyi,  sin embargo,  en pie en medio de los parlamentarios estaba llena de dignidad y solaridad.  Esta mujer “un gran símbolo de la libertad y la democracia”, proyectaba luz y esperanza.  En 1989 cuando fue sometida a arresto domiciliario en Rangún no se paró, siguió su camino, asumió la dirección de la Liga Nacional para la Democracia ganando las elecciones en 1990 por mayoría. En ese momento las autoridades militares se negaron a reconocer el resultado y no pudo formar gobierno, siguió sujeta a vigilancia pero tampoco abandonó su camino, prefirió seguir al lado del pueblo dando testimonio de su fe en «la idea del bien y de lo justo«. Lo hizo siempre construyendo.

Suu Kyi ha pasado 15 de los últimos 21 años encarcelada o privada de libertad, bien en prisión o en arresto domiciliario. Nunca renunció a sus ideales, y siempre siguió construyendo paso a paso un futuro mejor.  Con una sonrisa, como la que hoy nos regalaba a todos recogiendo su premio. Las muecas de rencor son las caretas de la mezquindad y de la pequeñez, una gran sonrisa es un bello rostro de gigante.

 

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com