El cine y los dibujos animados están invadidos por monstruos, muertos vivientes, brujas y fantasmas. Incluso los grandes personajes del horror vuelven una y otra vez a ser protagonistas de las pantallas.  En el último film de Tim Burton, Frankenweenie, hay hasta  un perrito que se parece a Frankenstein. Quizás su intención sea la de hacer reír a los niños con tan monstruosas bestias para exorcizar el miedo. Puede que esa sea la intención, pero lo cierto es que desde que nació el cine se han ido multiplicando las películas que tienen al terror como protagonista. Conservamos del  cine clásico de horror al Conde Drácula, Frankenstein, la Momia, al hombre lobo, al fantasma de la Opera, a los antiguos mutantes y a los zombis pero el catálogo se ha ido ampliando con nuevo repertorio de monstruosidades cada vez mejor confeccionadas.   Esta afición por la fealdad y por el horror se ha ido difundiendo y trasladándose también a fiestas de todo tipo y en especial a la de  Halloween.

Me sorprendió hace unos días en una macro fiesta de Halloween celebrada en un parque temático ver tanto disfraz terrorífico entre los adolecentes. Se ve que ya desde esa edad el disfraz adquiere un valor muy importante. Los adolescentes prueban probablemente un  gran  placer al adquirir una forma nueva; disfrutan  viviendo en la piel de otros  personajes y recreando situaciones inventadas. Lo que me chocaba era ver que la mayoría eran todos personajes de terror. El paisaje que aparecía ante mis ojos era realmente feo, grotesco y antiestético.  Tengo entendido que disfrazarse es cambiar la apariencia exterior para ocultar el aspecto real de una cosa o para disimular los verdaderos sentimientos. ¿Qué está sucediendo en esta sociedad que se acude desde edad tan temprana a adquirir formas monstruosas aunque solamente sea por unas horas? Los disfraces quizás forman parte de un problema no de una solución. Bajo una máscara algunos sueños parecen estar más al alcance de la mano pero los disfraces tienen fecha de caducidad, duran cuanto una fiesta, cuanto unas horas o cuanto unos años, después siempre habrá un momento en el que hay que volver a la realidad. Es curioso como el disfraz ha pasado también a ser parte de la política. Aunque no estén hechos de tela o de silicona  transforman totalmente a muchos. El disfraz con careta o sin ella es un intento desesperado de mantener otra identidad diversa de la que verdaderamente se tiene  y que probablemente ni siquiera se conozca.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com