El número de personas que se declaraban felices en nuestro país ha disminuido. Desde que Lehman Brothers hizo aparición en nuestras vidas y de consecuencia la crisis, un fenómeno inédito y dramático ha recorrido las calle de muchas ciudades europeas. El estado de ánimo de muchos españoles, como de muchos europeos es de baja presión emotiva. Desmotivación, tristeza y sutil infelicidad. Dicho con otras palabras, mucha gente se siente mal y ese estado de ánimo produce bajada de consumo, pesimismo a granel y falta de esperanza. Es como si la sociedad en su conjunto se hubiera estresado. Afortunadamente las defensas en el ser humano casi siempre actúan y muchos se están agarrando a una especie de sutil felicidad hecha de pequeñas cosas momentáneas, de nuevas relaciones, nuevos hobbies, de expectativas varias a las que antes no se les daba importancia. Se sobrevive. Es la capacidad de reaccionar positivamente ante un acontecimiento traumático. Como dirían los orientales nos doblamos pero no nos rompemos. Incluso hay quienes para combatir ese estado de ánimo generalizado están battalando activamente contra el escepticismo, el falso espejismo de la facil fortuna del pelotazo y el arrugamiento pesimista, tratando de activar la creatividad, una nueva concepción ética de la vida, la persecución de un sueño o un objetivo social y las ganas de trabajar. El resultado es el crecimiento personal y del entorno, creando un ambiente favorable, simplificando la vida diaria y dando ejemplo.
Mañana será un día triste. Paralizar un país que está en crisis, colapsando la actividad productiva, perder 4.000 millones de euros y saber que no se habrá resuelto nada, no es para tirar cohetes. Algunos siguen navegando con mapas inadecuados, la ruta hacia el crecimiento está hecha de esfuerzo, de voluntad, de sensatez, de diálogo, unidad y de capacidad de mirar al futuro con un poquito de optimismo. Menudo cacao tiene en su cabeza quien ha dicho hoy que las huelgas «son el motor del avance de las sociedades” ¿De qué siglo estaría hablando?