Nos ha dejado D. Luis Rey Romero. La conmoción es mucha.
D. Luis nos ha dejado físicamente para estar aún más cerca de nosotros, de Maribel, de su hijo, de sus incontables amigos y de su Colegio. D. Luis vive ya en cada uno de nosotros, vive su honradez, su inteligencia, sus ojos claros de bondad e inocencia. La conmoción me invade. No tengo palabras y me sumo al homenaje de toda la sociedad sevillana recordando aquellas palabras que el día que inauguramos su calle en Sevilla le dediqué desde lo más íntimo de mi corazón:

“Generalmente, cuando escribo sobre honores concedidos a alguien, suelo hacer una breve semblanza sobre la persona de que se trate; pero como no hay regla sin excepción, esa excepción se produce hoy, sencillamente porque como voy a referirme al maestro de centenares de sevillanos, amén de admirado y querido amigo, Luis Rey Romero, su solo nombre ahorra comentarios acerca de currículo y merecimientos, porque están en la mente de todos los que hoy aquí estamos.
¿Por qué estamos hoy aquí? Pues sencillamente porque Sevilla sabe impartir justicia y lo ha hecho a través de los años salpicando su callejero de recuerdos de toda índole, de viejas leyendas o de tragedias para no olvidar, de gentes que vinieron aquí, de razas y pueblos que pasaron por Sevilla, de viejos nombres de industria y de artesanía, de nombres de vírgenes y de recuerdos de toda índole y sobre todo de ilustres hijos de esta segunda Roma como la llamó Rodrigo Caro o Roma Triunfante en animo y riqueza como la denomino Cervantes.
Sevilla más que fruto es flor, hija de ese abrazo entre este río y el sol.
Los frutos son sus hijos como este sevillano que vino al mundo el 5 de enero de 1935, (por la fecha tan significativa, parece que fueron los magos de oriente, lo que trajeron a la ciudad y a sus padres Luis y Concepción tan sabio regalo)
Una sabiduría que te has ido forjando, querido Luis, con esfuerzo y responsabilidad.
Eres buen maestro porque fuiste buen estudiante.
No eres persona presumida pero seguro que recuerdas con satisfacción el Premio extraordinario en el Examen de Estado que te dieron en 1952, o el Premio extraordinario de Licenciatura en Ciencias Químicas que te dio la Universidad de Sevilla en 1957, o el Doctorado en Ciencias Químicas, que te ganaste en 1964 con sobresaliente cum Laude.
Así llegastes al Colegio de San Francisco de Paula y estuviste entre clases y laboratorios enseñando durante 40 años.
En 1977 pusiste mano al timón del Colegio, contribuyendo de forma decisiva a mantener y aún acrecentar el prestigio de este Colegio que ha alcanzado, gracias a este esfuerzo, uno de los primeros lugares entre todos los Colegios de España. Eso lo has hecho liderando el mejor equipo de profesionales, sin protección oficial alguna y buscando no solo llevar al Colegio a esta alta valoración por parte de la sociedad sevillana y española sino mantener el espíritu liberal y de eficacia docente que le imprimieron los antiguos directores D. Luis y Don José Rey Guerrero, respectivamente tu padre y tu tío y aun tu abuelo.
Maribel Goñi, una extraordinaria mujer, te ha sabido acompañar en este camino y como nadie te ha comprendido y apoyado, siendo compañera, esposa y madre de un hijo, que hoy te ha relevado en la dirección del Colegio y al que miras con orgullo y satisfacción
Sevilla como el sol, surge en cada momento de su historia derramando los raudales luminosos de su alma, fascinando con la claridad de sus hijos ilustres a medio mundo. Eso es lo que esos centenares de alumnos tuyos que has formado con tanto rigor y cariño y que hoy ocupan puestos relevantes no solo en nuestra ciudad, sino de España e incluso del mundo están haciendo. Mostrar el espíritu de libertad y esfuerzo que tú has forjado en ellos.
Hoy Sevilla hace justicia y te devuelve un poco de lo que mucho has dado en forma de calle. Hoy la ciudad te rinde este tributo con la inauguración de una calle que lleva tu nombre y que perpetuará tu obra, tu trabajo y tu amor por la ciudad

Este homenaje ciudadano nos beneficiará a todos porque cuando la ciudad honra a sus hijos más plecaros se honra a si misma.
No quiero alargarme más, discúlpanos, de corazón te lo pido, por el disgusto que te hemos dado, tu rectitud y tu sentido del deber nunca habrían buscado tal reconocimiento. Aquí termino, porque estamos en horario escolar, y eso es hacer novillos. No nos ponga falta esta vez Don Luis, sé indulgente con nosotros, esta vez la ocasión lo merecía. “
Manuel Bellido

por @mbellido

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