Ha fallecido Lou Reed, un personaje que junto a otros músicos marcó esa época, desde los años 60 hasta el final de los 70 en la que el rock consiguió alcanzar cimas de expresividad que difícilmente hemos vuelto a ver y escuchar. Era el poeta de Brooklyn. Había llevado durante años una vida llena de excesos y en los últimos años parecía haber conquistado un cierto equilibrio junto a otra gran artista, Laurie Anderson. Había debutado en 1967, lo había hecho con los Velvet Underground producidos por Andy Warhol.
A partir de ese momento la vida de Lou Reed estuvo repleta de trasgresiones. Ha muerto a los 71 años y hasta los 50 sus compañías inseparables fueron drogas y alcohol. Ha tenido la suerte y el tiempo de abandonar esa vida de desproporciones e incongruencias para probar una felicidad más consistente al lado de Laurie Anderson con quien se caso en 2008. Desde entonces esa mujer ha sido su fiel compañera hasta el último momento ha permanecido a su lado. Sobre esta transformación, el autor de «Trasformers», bromeaba un día, diciendo: “si la gente supiera cuanto soy una persona normal no compraría ya mis discos” Su música ha fluido siempre de una manera excepcional. No era una música calculada ni de autocomplacencia. Bastaría recordar una canción como «Heroin», una descripción muy cruda de los abismos de desesperación en los que puede caer un toxicómano para darse cuenta de su situación. Lou Reed nos deja canciones sobre el mundo de los desadaptados, emarginados e infelices, pero también nos deja joyas románticas y delicadas como «Perfect day». Lou Reed, nos deja un patrimonio entre dureza y pasión.