Andréi Rubliov fue un religioso y pintor ruso medieval. Es considerado como el más grande iconógrafo de Rusia. Michel Pochet, un amigo artista, me habló por primera vez de él hace muchos años, mientras paseábamos por las calles de Bruselas. Me habló de él y del icono «La Trinidad», la obra más famosa de Rubliov, pintada probablemente entre 1422 y 1428 para la iglesia del monasterio de la Trinidad y San Sergio.
Rubliov representó a tres ángeles que, según se cuenta en la Biblia, fue la forma que tomó Dios para aparecer ante Abraham y Sara.
Mi amigo Michel identificaba a esos tres ángeles como Miguel, Rafael y Gabriel. El primero es el mensajero de Dios Belleza. El segundo representa al “Dios que sana”: es el ángel que, en un pasaje del Antiguo Testamento, acompaña a Tobías para encontrar un remedio para el padre. El tercer ángel es Gabriel, “la fuerza de Dios”, que encontramos en otro pasaje del Antiguo Testamento explicando un sueño a Daniel, y lo volvemos a encontrar en el Evangelio anunciando a la Virgen el nacimiento de Jesús. Para los musulmanes sería el ángel que dictara el Corán a Mahoma.
Esta mañana, conversando con mi amiga Mari Carmen, hemos hablado de ángeles, casi sin quererlo hemos vuelto a pintar virtualmente la escena de Miguel combatiendo con Lucifer. Un término que proviene del latín lux (‘luz’) + fero (‘llevar’) ‘portador de luz’), el ángel que más se perecía a Dios, el ángel más bello y que, según algunas tradiciones antiguas, se muestra celoso de la belleza del Creador y se enfrenta a Él. En su locura cree de ser más bello que Dios y por soberbia se rebela. Al final es expulsado del cielo por el ejército del Arcángel Miguel como castigo, junto con el ejército de ángeles rebeldes que arrastró. De ahí la importancia del grito del Arcángel: ¿Quién como Dios?». Se le representa a menudo como un ángel con armadura de general romano, amenazando con una lanza o espada a un demonio o dragón.
La obra de Rubliov, donde con sublime maestría, expresividad y espiritualidad pinta a estos ángeles, se aleja artísticamente de la tradición bizantina y se postula como un punto de referencia y de gran influencia en la posterior pintura de iconos.
Esta mañana la conversación con Mari Carmen me ha vuelto a traer a la memoria la impresión que tuve al contemplarlo la primera vez. En aquel momento, y hoy también mirándolo en esta estampa descolorida que he encontrado en uno de mis diarios, me vuelve a hablar de luz, me aleja del mundanal ruido y sacia, al menos por un momento, la sed de belleza que todos llevamos dentro.

Manuel Bellido

por @mbellido

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