La ventaja de esta profesión, la de periodista, es que cada día permite conocer personas, situaciones, historias y lugares nuevos. Probablemente ejerciendo otro oficio no habría tenido tan a menudo estas magnificas oportunidades.  En estos encuentros,  sucede casi siempre un hecho extraordinario,  en algún momento de la conversación ese alguien que acabo de conocer me entrega  una palabra nueva y con ella una idea, que  invade y que  enriquece el enjambre de mis pensamientos y de mis reflexiones.   Se trata de lecciones inesperadas que  a menudo  me hacen perder  la conciencia de que este oficio es un trabajo. Cuando vivo uno de estos encuentros-lecciones y vuelvo a la redacción comparto con el primero que encuentro la nueva palabra;  en esta profesión es importante compartir  los tiempos, las fuentes,  los conocimientos y  las ideas.  La experiencia es muy emotiva, transmitir una nueva palabra produce cosquillas intelectuales en quien la escucha. La gente sonríe, agradece, elabora en su interior, responde, comunica y profundiza. De este modo el saber y la reflexión colectiva se multiplican.  En la medida que puedo trato de hacerlo siempre. Tengo necesidad de trasmitir estas cosas porque a mí me las regalan y ¿por qué yo me las voy a quedar  sin darlas a los demás? Hoy en un encuentro de trabajo alguien pronunció el adjetivo orondo. La verdad es que la palabra no se usaba para referirse a un recipiente de mucha capacidad que es una de sus definiciones. Se quería dar la idea de  ancho, hueco, redondo, hinchado, pero se hablaba de una persona. Se hablaba de Javier Bardem que ayer en la gala de los Goyas durante su intervención mostrándose  lleno de presunción y muy contento de sí mismo, uso su turno de presentación para quedar bien con esa izquierda demagógica y contradictoria que predica una cosa y hace lo contrario. Una pena que gente como esta use la gala de los Goyas  para hacer un mitin político y criticar a los  gobiernos que no son de los suyos en lugar de contribuir a una fiesta que acerque a la gente al cine español.  Bardem dijo con rostro rencoroso y con tono acido que «afortunadamente, los ciudadanos siempre están por encima de sus políticos. Y nuestra industria, nuestro cine hecho con cariño, con esfuerzo, con disciplina y con muchísimo talento está muy por encima de nuestro ministro de anticultura».  Flaco favor se hizo. Esta demagogia pseudointelectual se parece cada vez más a la de Llamazares y compañía.

por @mbellido

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