En una conversación telefónica de esta mañana, un viejo amigo italiano, me decía a propósito de una experiencia que le acababa de contar: “Tutte le virtù degli uomini si perdono nell’interesse, come i fiumi si perdono nel mare” (Todas las virtudes de los hombres se pierden en el interés, como los ríos se pierden en el mar) Mi amigo está convencido que el amor propio en el sentido más egoísta en el móvil de las acciones de muchos seres humanos. Me transmitía así un profundo pesimismo que puede ser muy contagioso, si tenemos en cuenta la ola de egoísmo que hoy invade la sociedad.

Afortunadamente, le decía yo, existe también mucha generosidad, no solo a nivel privado, también a nivel social. Un sencilla generosidad que a menudo pone en movimiento mecanismos de reactivación de esa confianza que por sus acciones egocéntricas estamos perdiendo en el ser humano.

El fenómeno de la generosidad como forma explícita de donación y de amor sincero es como una fuerza gravitacional que va mas allá de las leyes, que puede orientar la relación entre los ciudadanos para la consecución del crecimiento. La generosidad está situada en la base de la convivencia, no necesita ser justificada ni impuesta. Es una llave que abre muchas puertas. Se trata de reconocer al “otro” y ese es el núcleo esencial del “vivir juntos”. Cada vez que se reposiciona  al centro de la ética con modestia la generosidad, en contraposición con esa concesión violenta que pretende fundar los propios principios y realizar los propios actos sobre la base de un “yo” soberano y prepotente, todo cambia.

Cuando, sin embargo, el único fin de ese “yo” es  la exagerada  exaltación de la propia personalidad, hasta considerarla centro de la atención y del favor de todos. Cuando el excesivo aprecio que tiene alguna persona  por sí misma, le hace atender desmedidamente a su propio interés, sin preocuparse del de los demás  se paralizan los frutos de la victoria y del progreso y hace desaparecer su mejor motor: la cooperación.  No está mal recordar a este punto una idea de John Stuart Mill: “No existe una mejor prueba del progreso de una civilización que la del progreso de la cooperación”.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com