He repasado en estos días las intervenciones de algunos políticos en la reciente Campaña electoral. ¡Que cansancio y cuanta decepción! Escudriñando en las actitudes y discursos de algunos líderes observo cómo se alternan tendencia fugaces de sustancia constructiva y de cooperación con otras más despóticas y destructivas. En muchos casos lo que se detecta es un deseo descomunal y exorbitante de alcanzar el poder a costa de lo que sea, sin importar nada más. Por ejemplo, analizando detenidamente los discursos del secretario general de PSOE Pedro Sánchez se advierten demasiados rasgos poco constructivos, empapados de ansias y desasosiegos que en muchos casos provocan solo vergüenza ajena. Lo primero que llama la atención es una actitud catastrofista y negra de la situación actual de España, que no corresponde absolutamente con la realidad. Por otra parte, la crítica al Gobierno es muy “oportunista”, demagógica y sin justificación veraz. Por último, la carencia de propuestas y alternativas es asombrosa y aterradora al mismo tiempo.
Se echa en falta en Pedro Sanchez un tipo de liderazgo que registre los problemas reales que tiene el país en su contexto europeo y en el de los mercados globales. Se echa de menos una visión más universal. Se echa de menos en su trabajo la capacidad de construir un instrumento político, una agenda, un programa, una lista de desafíos reales y de valores, que nos hagan avanzar. Le sobra demagogia y no gustan a la mayoría de centro de este país esos guiños al de la “coleta” y esa maniática memoria rencorosa que tan fácilmente olvida los logros de la transición.
Pedro Sánchez, hoy por hoy, no es un hombre de Estado, ni asoma en ninguno de sus gestos la esperanza de que lo llegue a ser, si sigue por estos derroteros.
España necesita, hoy más que nunca, políticos en los que aflore la comprensión serena del presente y la mirada audaz hacia el futuro, con una visión atenta para evitar consecuencias no deseadas por cambios irracionales y partidistas, buenas dosis de prudencia y justicia y no dejarse llevar por reacciones rencorosas y subjetivas. Necesitamos políticos que quieran gobernar para todos los españoles y no solo para sus “parroquias”.