Creo que cada uno a su manera, todos nos paramos de vez en cuando a pensar, sobre el pasado, sobre la actualidad y sobre el futuro. Este pensamiento, a menudo, también se alarga a la sociedad e intentamos imaginar  la vía sobre la qué  está caminando el mundo.   Está claro, que tanto las acciones personales, como las de la sociedad no se pueden describir ni trazar según una serie de reglas fijas o rígidos esquemas. Ni el mercado, ni las finanzas, ni la política pueden entenderse y proyectarse a través de la aplicación de formulas. Vivimos en un mundo cambiante y el día a día nos depara novedades y  alteraciones de rumbo difíciles de predecir. La sociedad se hace cada día más difidente de esos demagogos que vociferan que trabajan para defender nuestros derechos y que pintan un panorama dirigido a hacer creer que estamos en buenas manos. La gente, en general, excluyendo a los incondicionales que militan en las filas de los partidos y que se benefician de alguna manera de dicha afiliación, sea laboral o socialmente,  se fían  cada vez menos de los líderes políticos que pretenden  convencerlos que ellos son los exclusivos poseedores de la verdad. Hoy nadie puede estar tranquilo de estar en buenas manos, ni siquiera aquellos que desde el poder pretenden tranquilizar a los demás. El poder político se hace cada día más vulnerable y, aunque muchos, mientras lo ostentan, piensan que les durará eternamente, antes o después les vemos caer, envueltos y sacudidos por un caso de corrupción, por un desgaste de gobierno, por un codazo de su propio partido, al cual ya no le sirve, o por una huida precipitada sin más razón que la del miedo.

La sociedad, como las personas,  avanza cuando reflexiona, cuando potencia al máximo su conciencia. Lo que necesita la sociedad para avanzar es un deseo apasionado de crecer, de ser. En síntesis, avanzamos cuando nos alienta una gran esperanza en común. Una esperanza que a menudo ensucian y ocultan, los pusilánimes, los escépticos, los pesimistas, los tristes, los cansados, los inmovilitas, los rencorosos y los que están dispuesto a cualquier cosa, por rastrera o deshonesta que sea, para alcanzar sus propios objetivos egoístas. La vida de por sí, más lenta o más rápidamente, se mueve hacia la unificación. No es difícil distinguir a quien hace caso omiso de esta ley natural y excluye y disminuye a otros por causas de poder. No avanzaremos más que unificándonos. Sé que en  medio de esta encrucijada de caminos elegir el mejor porvenir no es fácil; de todas maneras es aconsejable siempre, alejarse un poco y escuchar nuestra conciencia, tomar distancia de lo previsible, de lo que está de moda, de lo que nos cuenta la  caja tonta, de los espejismos y de lo que divide y envenena. Lo decía  Stendhal: no permitas que el árbol no te deje ver el bosque.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com