Desde hace muchos años me sigo haciendo la misma pregunta: ¿sirven tantos diputados en el Parlamento? Cuando les veo votar sí o no, obedeciendo un gesto del portavoz del partido sin discrepar una sola vez, aplaudir o patalear como críos de guardería, gastar en dietas lo que no hay en los escritos, enredarse en ataques personales ajenos a la sociedad mientras que los problemas de los ciudadanos siguen sin resolverse, pienso que la “casta política” nos sale a todos demasiado cara para lo que hacen. ¿No sería el caso de reducir la cantidad y aumentar la calidad? Menos diputados y mejor preparados. Eso sería aumentar el valor del poder político en nuestro país tan desprestigiado en los últimos años. En tiempos de crisis, pagar sueldos tan altos solo por apretar un botón es sencillamente escandaloso. ¿Se sienten estos señores representantes de la gente y de sus problemas delante del Estado? ¿La gente se siente representada por ellos? Me pregunto dónde residirá el punto de encuentro entre electores y elegidos. ¿Será verdad que un muro altísimo separa ambas partes? ¿Los diputados de Sevilla, de Jaén o Málaga trabajan por el bienestar de los sevillanos, jienenses, malagueños o por mantener sin más la disciplina del partido que representan? La verdad es que los ciudadanos no se enteran de nada de lo que se cuece en el Congreso. Sólo de las broncas y de aquello que deciden comunicar los periódicos y las TV al servicio de esos poderes que viven de ellos y, de consecuencia, les deben fidelidad. Todos sabemos que cuando la política pierde transparencia se dilatan otros poderes oscuros de color dinero. La política necesita nuevas vocaciones. No es una carrera profesional. ¿Cuáles de los actuales ministros renunciaría a su sueldo y se partiría los huesos para edificar más hospitales, construir más autopistas, pactar una Educación de calidad a nivel de Estado, bajar impuestos, o reformar la legislación laboral? Tendría que haber una posibilidad real de evaluar el trabajo de cada uno de los diputados por parte de los ciudadanos. Si no han hecho bien su trabajo, fuera. Y que no se vuelva a presentar en las siguientes elecciones. Que vuelvan a su anterior ocupación profesional, si es que la tenían.

Manuel Bellido

por @mbellido

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