Agosto es sinónimo de descanso y de relajación. Sin embargo, para muchos hoy, esta asociación de conceptos no existe. Es como si el espacio dedicado a las vacaciones en el mes de agosto se hubiera acortado. Estropeado o anulado. Es una sensación que muchas personas sienten y, aunque por algunos momentos consigan evadirse en una pausa distendida, la sensación de no desconectar del todo es la que predomina. Quizás es la precariedad con la que se vive en estos tiempos de crisis, las noticias siempre negativas sobre la caída de la Bolsa y la subida de la Prima de Riesgo, el drama en el que viven amigos o parientes en paro, los recortes que van afectando cada vez más a todos con el pasar de los meses, la falta de liquidez para realizar ese viaje que se hacía cada año…
Además una especie de fatiga psicológica se ha ido incorporando al día a día y se ha transformado en una sensación constante de inseguridad y de futuro incierto. Nubes grises que se levantan con las primeras noticias de la radio, mientras nos preparamos para salir de casa y, que a veces, no se despegan de la cabeza durante todo el día. Para muchos, este año, las vacaciones dejaran de ser unos días en la playa o en la montaña. La crisis, este año, dejará a muchas personas en casa. La alternativa para descansar y desconectar será no leer el periódico, no escuchar la noticias en la radio o no ver los telediarios, aprovechar la falta de bullicio en las ciudades para caminar y visitar aquellos lugares donde nunca se había estado por falta de tiempo, levantarse más tarde y vivir la jornada con un ritmo más sosegado, leer, y retomar esos hobbies que algún día nos apasionaron. Desconectar de la rutina, del estrés del trabajo, de las prisas será fundamental para no volver deprimidos en septiembre a l puesto de trabajo. Es tiempo de inventar y buscar alternativas. Todo está cambiando y no adaptarse a la nueva situación significará aumentar aún más el cansancio. Hay que echarle fantasía.