Recuerdo las sobremesas largas de los domingos en aquella etapa juvenil que pasé en la Toscana, gozaba con los amigos hablando de actualidad, del mundo, mucho de música y de cine, y poco de política. Aquellas tardes, sobre todo cuando el tiempo lo permitía y se podía comer en el jardín eran deliciosas. En mi recuerdo son entrañables. Yo en aquella época comía poco y bebía con moderación. Sin embargo me gustaba ver que los demás comieran y estuvieran a gusto. En aquellos años me gustaba mucho dibujar y lo hacía cada vez que caía un papel entre mis manos. Mientras conversaba en aquellas sobremesas, dibujaba caricaturas de los personajes objetos de la conversación en cuanta servilleta de papel estuviera a mi alcance. Algunas las he conservado y hoy sonrío piadosamente cuando encuentro algunos de estos dibujos entre las hojas de algún libro. Hoy he encontrado algunos trozos de servilletas con algunas caricaturas de mujeres imponentes con grandes labios y ojos, capaces de alborotar deseos. Mirando estos dibujos recuerdo que la conversación que había inspirado esos garabatos durante aquella sobremesa fue un comentario sobre la película Luces de variedades (Luci del varietà), una película italiana de 1950 dirigida por Federico Fellini y Alberto Lattuada. Alguien había comentado refiriéndose a esos personajes femeninos de la película que aquellas mujeres eran un símbolo de fecundidad, de creatividad, de erotismo y efervescencia. Cuantas veces una película ha dejado una huella en nuestra imaginación suscitando sugestiones intensas y personales. También aquellas buenas conversaciones se canalizaban en mi imaginación y producían dibujos repentinos.
Hoy añoro esas sobremesas y esas buenas conversaciones. Buenas costumbres que he ido perdiendo y que antes o después querré recuperar.