Otra vez Mozart

Toda obra de arte es una irrupción en la inmortalidad. El Agnus Dei de Mozart que acabo de escuchar transporta directamente a niveles celestiales. Una amiga me ha mandado el enlace a un video realizado en la Basílica de San Pedro en Roma, en 1985, durante la celebración eucarística con motivo de la festividad de San Pedro y San Pablo. Lo dirige Herbert von Karajan, la soprano è Kathleen Battle. Seguramente muchos de vosotros ya lo conocen. A mí me ha emocionado.
Este Agnus Dei forma parte de la Misa de Coronación para órgano, coro, solistas y orquesta en do mayor. Una obra sacra del repertorio clasicista compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart, el compositor, pianista y violinista austriaco, considerado maestro del Clasicismo y reverenciado con toda justicia como uno de los músicos más influyentes y destacados de la historia.
Este genio absoluto e irrepetible revela su naturaleza en esta frase que habla de su espíritu: “Ni una inteligencia sublime, ni una gran imaginación, ni las dos cosas juntas forman el genio; amor, eso es el alma del genio”.
Su música conserva intacta toda su frescura y su capacidad para sorprender y emocionar.
Seguro de su misión, este diálogo con el Emperador refleja su altísima vocación: (…) Emperador a Mozart: “Es demasiado hermosa para nuestros oídos, verdaderamente encuentro que hay demasiadas notas”. A lo que el compositor repuso: “Exactamente no hay más que las necesarias”.
Escribió esta Misa para las celebraciones de Pascua de 1779, al parecer encargada por el obispo de Salzburgo. El sobrenombre de esta obra probablemente se debe a que se interpretó en la capital de Austria durante las celebraciones de la coronación de Leopoldo II en 1971 o en la de Francisco II en 1792. En algunos momentos de la ejecución del Agnus Dei se tiene la impresión de estar escuchando un “aria” de amor.
Por muchos nubarrones que encapotaran el cielo, siempre he estado seguro de que un minuto de belleza vale la vida entera. Lo comparto con vosotros.