Hoy alguien me decía que al arte abstracto probablemente había nacido por casualidad. Mientras discutíamos sobre dicho origen, recordé una leyenda que me contó hace años mi amiga Françoise Barbe Gall mientras visitábamos una exposición de Kandisky en Paris. Parece que en 1910, Wassily Kandinsky, entrando en su estudio de pintura, cuando vivía en Mónaco, descubrió que un paisaje pintado por él, colgado equivocadamente sobre una de las paredes, funcionaba mejor al revés. Ya la historia me sonaba a cuento chino y Françoise, me dijo enseguida, que se trataba de una patraña. A continuación también me dijo que el falso relato me podía servir para entender que cualquier imagen aparentemente desconectada del mundo real que veamos en un cuadro, puede haber nacido de cualquier cosa que el artista ha observado y con la cual se ha impresionado o le ha transmitido una emoción. En el verdadero arte, me decía Françoise, nada es casualidad. La prueba es que el mismo Kandinsky durante su vida escribió muchísimo sobre arte. Leer sus escritos a veces es hacer una especie de meditación. Algunos libros son verdaderos tratados. “De lo espiritual en el arte” y “Punto y línea sobre el plano” son dos obras fundamentales para conocer el alma del arte.
Recuerdo y conservo muchas emociones de mi última visita al Metropolitan Museum of Art de Nueva York. También recuerdo una anécdota a propósito del arte abstracto. Precisamente mientras contemplaba un cuadro de otro grande del Arte, Paul Klee.
Recuerdo que el cuadro era Static-Dynamic Gradation, un oleo, acompañado de otra técnica, (que no recuerdo), pintado sobre papel, en 1923. A mi lado un señor que también lo miraba y que hablaba español, (no supe distinguir la región de proveniencia), exclamó: “Esto lo sabe hacer hasta mi hijo que tiene seis años” Mientras la adrenalina me corría a toda velocidad por las venas, no pude frenar mi lengua: “Pues siga cultivando su afición porque si ya pinta así con seis años se convertirá muy pronto en un gran artista”