Creer que se puede, querer que se pueda

Hoy muchas palabras parecen no tener el mismo significado que hace algunos años o, al menos, nos llevan a otras significaciones distintas. Al pronunciarlas, en nuestra mente se conectan otras consideraciones, otros términos, otras realidades. La brújula lingüística, gramatical, filológica, apunta a otras compresiones. Indignados, crisis, reformas, déficit, mercado, ajuste, talante, memoria, etc. Los difíciles tiempos actuales ligan palabras a imágenes, a fotos fijas que reflejan realidades del presente y que ayer no veíamos o no existían. Muchas palabras nos conectan a lo que somos hoy. Las palabras determinan también el estado de ánimo. Las palabras desempleo, paro, déficit, hipoteca, final de mes, tiñen hoy el espíritu de tristeza, de inquietud, de desánimo. La crisis ha pintado de color miedo las lentes de muchas personas, ha empujado a la sociedad a no reconocerse, a considerar negativo lo que antes aparecía positivo, a desvalorizar roles que antes brillaban por su importancia y a levantar en el horizonte una niebla emotiva y cognitiva que confunde. Tanta confusión genera el estado actual económico y de desgobierno que la sociedad no es capaz de pronunciarse ni siquiera sobre la decisión tomada en el Congreso aprobando la «constitucionalización» del déficit. Tiempos tristes, tiempos revueltos. Tiempos en los que sólo aquellos que saben que crisis también significa oportunidad sabrán salir airosos. No podemos hacer que deje de llover pero sí aprender a trabajar bajo la lluvia. Lo importante es la actitud que tomemos. El factor confianza es clave para salir adelante porque las emociones son el combustible de nuestro comportamiento. Siempre me ha gustado una frase que decía Henry Ford: “Si crees que puedes o si crees que no puedes, estás en lo cierto”. Yo personalmente creo que se puede.