Hoy ha fallecido Carmen. Me ha llamado su hija desde Barcelona para darme la noticia. Carmen era una madre de familia, una sencilla ama de casa, una persona de una gran exquisitez y de alma grande. Carmen rezaba, y me contaba una vez que durante el día, cuando podía, dejaba la faena y se paraba un momento para contemplar en ese silencio donde Dios habla. Me gustaba escuchar a Carmen, porque me revelaba un estado de contemplación que no era ni inercia ni hipnosis. Alguien me dijo una vez que no se va a Dios si no se rompen las antenas del Enemigo. Probablemente Carmen, sin dejar de mirar a quien le estaba cerca, se desentendía del ruido materialista, para encontrar en la paz del espíritu algún destello de eterno.
Otra persona especial que pasó sobre la escena terrena robando trozos de Cielo, para darnos a sus amigos algunas pistas sobre el Infinito. Carmen escalaba diariamente esas cimas donde se respira inmensidad. Me decía un día el escritor Igino Giordani que así lo hicieron también Pablo, Agustín, Bernardo, Francisco, Tomas, Dante, Catalina de Siena… y después, Juan de la Cruz y Teresa y Pascal, Newman, Manzoni…, por decir algunos nombres de escaladores. Sus experiencias indican caminos y sugieren métodos, suscitan en nosotros un sentido de grandeza que, cuando se prueba, ya no se puede abandonar.
Mi abrazo a la familia Sendra. Gracias Carmen.