¡Que no nos roben el alma!

Una de las bases sobre la que se apoya la capacidad de afrontar la vida cotidiana es la reflexión. Diariamente nuestra mente realiza en muchos momentos del día un viaje de abstracción, pero a menudo por esos caminos nos asaltan las noticias del telediario, nuestra incredulidad, nuestras experiencias vividas y las de los demás, los engaños, la publicidad, las inquisiciones del poder, el recuerdo de nuestros padres e infinidad de motivaciones y estímulos, que entran sin llamar. Las mismas personas que están a nuestro alrededor alteran el curso de nuestros pensamientos o nos impiden recapacitar cuando más lo necesitábamos. A veces, incluso, nos sentimos en una feria donde el ruido atronador de las atracciones nos impide situarnos en nuestro centro de gravedad.
Todas las fuentes de información a nuestro alcance nos bombardean introduciendo nuevas preguntas. Los teléfonos, los móviles, lo sms, los e-mail, los periódicos, las redes sociales, la TV, el cine, la radio, las fotografías, la publicidad en todas sus apariencias, las señales de tráfico, los mapas, los escaparates e infinidad de gérmenes comunicativos, introducen en nuestra mente miles de preguntas. ¿Tengo necesidad de un coche nuevo?, ¿a quien votaré en las próximas elecciones?, ¿es un cachondeo la justicia?, ¿nos toman el pelo los políticos? ¿Necesito esa nueva crema para eliminar las arrugas?, ¿será bueno ese nuevo best seller?, etc., etc., etc. Preguntas que penetran en las capas más escondidas de nuestra conciencia, como los spam en nuestro correo electrónico, amenazando de tapar las verdaderas preguntas a las cuales si necesitaríamos responder como seres humanos. Respuestas de nuestra conciencia para vivir y no ser vividos en esta sociedad que cada día se hace mas angustiosa y “orweliana” gracias a la manía prohibicionista y controladora del “Gran Hermano” que intenta vigilarnos y manipularlos desde el poder político. “Griten la gente, que no hay que callar, que no nos roben el alma”.