Clientelismo, victimismo, inmovilismo. Son expresiones que he escuchado de personas inteligentes y analistas independientes que entran en contacto con Andalucía y, después de sorprenderse por las potencialidades que descubren en nuestra tierra, usan esos adjetivos para definir la situación actual en la que nos encontramos. Cuando algún amigo extranjero viene por aquí y comenta esta cruda realidad que observa, confieso que me desmorono. Y cuando salgo al exterior y veo avanzar otras regiones europeas a pasos agigantados, me entristezco.
Mientras en otras regiones europeas el proceso de internacionalización de la economía sigue su curso, conjuntamente a la globalización, el crecimiento de la cultura la democracia en la sociedad civil, la aceleración de cambios tecnológicos, la mejora del sistema educativo, aquí seguimos “parados”, estancados, inmóviles, paralizados, pasivos e inertes a verlas venir. El partido que gobierna sigue entregado con fe ciega a su líder nacional, y, aunque vaya de fracaso en fracaso, hay que mantenerlo a la espera de que, con su varita mágica y solo a base de retórica y populismo barato, cambie la actual tendencia ruinosa de la economía, haga desaparecer las listas del paro, ponga el país a exportar a toda pastilla, suba el PIB, la productividad y la riqueza nacional. Hacer política para no hacer nada. Un digno corolario de irresponsabilidades. ¡Qué vergüenza!
El crecimiento del gasto público está desbocado y ya es insostenible. Pues bien, son tan cortos de mira y están tan engreídos ciertos dirigentes que pretenden creerse ellos mismos y hacernos creer a nosotros que la recesión se resolverá con más gasto público y que con eso aumentará la demanda y el consumo. El gobierno niega los problemas reales, actúa demasiado tarde en cuestiones económicas y solo sabe adoptar medidas de maquillaje, como la subida del IVA que, encima, nos podría costar medio punto de crecimiento y la consiguiente caída de empleo.
Otra de las carencias de este gobierno es la incapacidad burocrática de valorar proyectos e iniciativas empresariales y apoyarlos. Los empresarios son los malos y a los sindicatos se les ha otorgado un poder de veto que paraliza aún más cualquier posible cambio.
Así nuestro retrazo histórico aumenta, no disminuye, porque, además, la poca política que se hace es paternalista y asistencial y, por tanto, inactual, ineficaz y dañina. Inactual porque es costosa y de consecuencia incompatible con la austeridad que la actualidad reclama. Ineficaz porque está basada sobre la prepotente superioridad del Estado con respecto al mercado en cuanto a lo que se refiere a recursos económicos y productivos. Dañina porque crea dependencia y atrofia constantemente la capacidad emprendedora sometiéndola y haciéndola depender solo del sostén del poder público. ¿Quién puede esperar un despegue de nuestra economía con tal situación? Vivimos de anuncios, de promesas, de informes, de globos sondas, de proclamas, de supuestas medidas que terminan en el desvarío. Ya la gente empieza a no creerse nada, sienten que los políticos que escogieron en las urnas les están tomando el pelo y empiezan a cabrearse.
Elecciones anticipadas, ya.
Manuel Bellido