Hoy, de nuevo, noticias sobre diversos crímenes y robos en el telediario. Noticias de este calibre, generan un cierto miedo social que nos lleva a debatir sobre políticas de seguridad ciudadana y a reflexionar sobre cómo se está defendiendo nuestra sociedad de la violencia de bandas urbanas, de la violencia de género, de la delincuencia organizada, de la criminalidad. ¿Qué se hace para garantizar la seguridad de la ciudadanía, el control de los espacios públicos… etc.? Muchos opinan que como medida persuasoria habría que aumentar las penas, otros piensan que bastaría incrementar la presencia y la visibilidad de la policía y las fuerzas de seguridad. Sin embargo poco se reflexiona sobre las razones de orden emocional que mueven a los individuos a provocar daño. ¿Qué es lo que hace que una persona necesite dañar a otras? Muchas de las razones probablemente las encontramos en el ambiente que nos rodea, también en la educación que hemos recibido. Aunque no seamos conscientes de haber construido una sociedad violenta la cultura actual encierra de forma abierta o escondida una gran cantidad de concepciones hostiles. Coincidíamos hoy, hablando de este tema en la redacción de informaria, que parece que ciertas prácticas políticas, jurídicas, mediáticas siguen estando notablemente subyugadas por concepciones medievales, en el peor sentido de la expresión porque demuestran ser generadoras de odio. Mientras una sociedad siga relegando a los más débiles y preservando a los poderosos, siempre estará a merced de la violencia y de la inseguridad.
Otros elementos que engendran violencia, además del ambiente hostil que a menudo respiramos en nuestra sociedad, son las dos posibilidades dadas por el cerebro del ser humano para reaccionar ante un ataque, que son la agresión y la huida, pero esta última posibilidad quizás nada tenga que ver con la destructividad y crueldad ejercida sobre los más débiles. La noticia de hoy hablaba de un padre que había acuchillado a los suegros y a su hijo de cuatro años. Probablemente las raíces amargas de esa conducta bestial y absurda estaban enterradas en algún rincón de la infancia de ese adulto. ¡Qué responsabilidad tienen las familias en esa etapa de la infancia y la adolescencia donde se perfilan futuros comportamientos! La familia es la encargada de brindar un clima favorable en casa que promueva el desarrollo de valores, de principios, de normas y hábitos. Estoy convencido que parte de la felicidad de un adulto se forja en una infancia feliz y serena.