Dos libros de mi biblioteca personal ocupan estos días mis ratos de lecturas. Textos que testimonian mis preferencias por dos personajes que, de alguna manera, han influenciado e influencian aspectos de mi pensamiento. Uno es Pierre Teilhard de Chardin, paleontólogo, geólogo y científico, pionero del pensamiento cristiano postmoderno, fallecido en 1955 De él habla un libro escrito por Edith de la Héronnière que titula Una mística de la travesía. El otro personaje es e alemán Werner Herzog, intelectual y hombre de cine que ha escrito, producido y dirigido más de cincuenta películas. Vive actualmente en Los Ángeles, donde dirige una serie de seminarios de cine, en los que no se imparte ningún tipo de enseñanza técnica, una escuela “para los que han viajado a pie, han mantenido el orden en un prostíbulo o han sido celadores en un asilo mental (…) en resumen, para los que tienen un sentido poético. Para los peregrinos” “…, para los que sienten un fuego en su interior” El título del libro es “Eroberung des Nutzlosen”, Conquista de lo inútil.
Pierre Teilhard de Chardein, escribió la Teoría de la evolución de la humanidad, una humanidad que veía en camino hacia Cristo, el Omega planetario. Espíritu y materia venerados en una síntesis cósmica cuyo fulcro es la realización de la Persona. Una mística de la travesía que Teilhard experimentó en persona como aventurero del espíritu.
El libro de Herzog es un diario que escribió durante el rodaje de la película FItzcarraldo. No es un informe de rodaje, es un subseguirse de paisajes interiores a través de un recorrido exterior que parte de San Francisco, pasando por Los Ángeles, Caracas, Lima, Iquitos, Camisea… En Fiztcarraldo, un magnate del caucho obsesionado por la ópera logra remontar con un barco de vapor, serpenteando aguas salvajes y después pasándolo por una pendiente empinada entre dos ríos en medio de la jungla. El objetivo es llevar allí la voz de Caruso. Un viaje, que desafía las leyes de lo posible para conquistar lo inútil.
Si de los textos de estos dos libros tuviera que rescatar un pensamiento, rescataría, creo, la certeza de que la vida es un viaje. Siempre estamos de viaje, la infancia es un viaje, la adolescencia, la juventud, la adultez y la vejez es la preparación para el último viaje, ese del que Machado decía que nunca se ha de volver. Un viaje hacia la luz o hacia la oscuridad según sean nuestras profundas creencias. En el fondo ningún ser humano querría que su viaje último terminase ante un mármol final entre cipreses deprimidos. Aquí y ahora, mientras llega ese momento, en este paisaje de senderos que se bifurcan, que es nuestro día a día, podemos afrontar cada viaje con la picardía de quien sabe desafiar las leyes de lo que se ve para conquistar lo que no se ve.